El dictador libio dejó en claro que resistirá hasta el final. Habló como si su gobierno fuese objeto de una agresión extranjera y no de un levantamiento interno. En un incendiario discurso, dijo que los jóvenes opositores «están drogados y se mueven por dinero» y llamó a sus seguidores a tomar las calles. Agitó el fantasma del Islam y arremetió contra EEUU.

Lo único que Muammar Khadafi parece haber medido antes del discurso fue el escenario elegido para darlo. Habló desde el palacio donde vivió hasta 1986, cuando la aviación estadounidense, por orden de Ronald Reagan, bombardeó la residencia y mató a una de sus hijas. El dictador mantuvo el edificio en ruinas, como símbolo del «invasor extranjero» al que hoy culpó por las protestas en su contra.



Fue una alocución estruendosa, a los gritos, incendiaria. Llena de contradicciones y, por momentos, delirante. La única novedad política que ofreció fue que está decidido a aferrarse al poder. «No soy un presidente, soy el líder de la revolución. Khadafi es historia y resistencia», exclamó. Juró que no abandonará el país y que morirá «en Libia como un mártir».

La teoría conspirativa vertebró su discurso. Desconoció los reclamos del pueblo libio y, en cambio, insistió en que «los mismos que arruinaron Somalía, Irak y Afganistán ahora vienen por Libia». Pareció una alusión a la OTAN, que por estas horas discute con qué medidas intervenir en el conflicto. Se ensañó con «las ratas de los EEUU» y con «la prensa que sirve al diablo».



El mensaje, sin embargo, fue llamativamente contradictorio. Pocos segundos después de acusar a Washington de urdir planes para derribarlo, agitó los fantasmas del Islam y afirmó que los manifestantes quieren «el caos, la barba y los turbantes». Arriesgó que «los periodistas siguen las órdenes de Bin Laden y de Al Zahawiri [lugarteniente de Al Qaeda]… Van a convertir Libia en algo peor que Afganistán».

Dedicó buena parte de su intervención a la juventud. También hubo idas y vueltas en ese punto. Aseguró que los organizadores de las protestas dieron «drogas alucinógenas y dinero» a los jóvenes rebelados, a quienes de todas formas «no culpo, porque tienen 16 o 17 años». Los invitó a participar de los «comités populares», que según dijo recibirán una cuota de poder mucho mayor a partir de ahora.

Y, por supuesto, prometió venganza. Con la ley en la mano, prometió atenerse a la justicia del país a la hora de «castigar con la muerte» a quienes «promuevan la guerra civil». Llamó a todos los «hombres, mujeres, niños y niñas que aman a Khadafi» a tomar las calles y «atar en sus casas» a los opositores.

El dictador habló casi 1 hora y las cadenas árabes habían dejado de transmitir su esperada aparición. «Luego del fracasado intento de someter a su pueblo a bombazos, Khadafi intenta matarlos de aburrimiento», comentaba The New York Times.

Fuente: america.infobae.com