Con 19 años de edad, «Antonio», un sicario venezolano, ya tiene una docena de asesinatos a sangre fría en su haber. «Es más fácil acabar vidas que robarse un banco», confió a un diario que lo entrevistó

La charla, con reserva de identidad, tuvo lugar en Puerto Ordaz. «Antonio», como se hizo llamar por la reportera de El Correo de Caroní, habló de su «oficio» como todo un experto en el «arte» de robar y matar.



«¿Qué es lo que quieren saber de mí?», preguntó el sicario, que aseguró creer en Dios y rezar todos los días. Su carrera delictiva empezó a los 14 años y a los 15 ya era un asesino.

Según él, abandonó los estudios cuando sus padres se separaron y tuvo que ayudar a su madre a mantener el hogar y a sus dos hermanos. «El divorcio me pegó y más cuando mi papá abandonó la casa. Yo estaba en tercer año de bachillerato y dejé los estudios».



De las aulas a la calle y de allí a las malas compañías, ése fue el periplo de Antonio. Sus nuevos amigos tampoco estudiaban, pero tenía una manera «fácil» de darse los gustos.

«Cuando faltaba pan en casa los imitaba a ellos para conseguir billete y llevarle comida a mi gente. Con el pasar de los meses me fui metiendo en problemas. A los 15 maté. Con una pistola prestada le di cuatro tiros a un tipo que me quería tumbar a mi novia».

Antonio asegura que la imagen de ese primer muerto lo persiguió un tiempo y le costó un par de noches de insomnio. «Mi mamá me notaba raro, le decía que no pasaba nada. Con palos me obligaba a dejar de estar con ellos (sus amigos) pero después se acostumbró. Ella pensaba que yo consumía drogas, pero realmente nunca lo he hecho, no me drogo».

En sus cuatro años de «trayectoria», Antonio ya tiene una decena de asesinatos en su haber y cinco asaltos a bancos. «No tengo jefes pero sí varios clientes. Llevo más de 10 muertos, creo que 12». En dos ocasiones estuvo preso, pero quedó en libertad por falta de pruebas.

Las tarifas por sus servicios delictivos varían: «Cuando son trabajos para los panas (amigos) les cobro 40 mil y si son desconocidos pido 60 mil, la mayoría de las muertes son por dinero o ajustes de cuentas». Sin embargo, hay otros motivos: «La situación del país no es fácil, la vida está cara, a veces mato por dinero, pero otras muertes han sido ‘culebras’ que si no las acabo me acaban a mí». Por algo duerme con un arma bajo la almohada.

No le falta técnica: «Para mis trabajos no hay hora ni lugar. Me disfrazo de liceísta, recoge-latas, indigente o borracho. Eso sí, siempre los veo a los ojos (a las víctimas)».

Antonio tiene varias armas de fuego: una pistola Glock, una Prieto Berreta, un revólver de cinco tiros, entre otras. Dice no temerle a la muerte y que lo más seguro es que muera a tiros. «Me han intentado matar un bojote de veces, pero no me han pegado ni un solo tiro, he tenido cuatro trabajos frustrados [no pudo acabar con su víctima] y eso sí es malo».

«Es más fácil acabar vidas que robarse un banco, admite. Eso sí es complicado, una vez casi me atrapan, se cerró la puerta».

Este sicario, aunque ya fogueado, tiene todavía algo de remordimientos: «Después de matar le pido perdón a Dios. Tengo una esposa y una niña de tres años que es lo más hermoso de mi vida y cuando mato a un padre pasan muchas cosas por mi cabeza», dijo. Antonio hace todo lo imposible para que su hija no se entere ni vea nada de lo que hace su padre. Para ella, sueña un futuro diferente al suyo: la ve con título de abogada. Lo mismo siente respecto a sus hermanos menores, de 17 y 14 años. Su mayor temor es que deseen imitarlo: «Quiero que ellos estudien y no sigan mi camino, yo entré en esto por mi familia y ahora no puedo salirme. Les doy todo, pero que no sean matones y delincuentes».

De muy chico Antonio soñaba con ser ingeniero industrial. «Yo quería seguir mi sueño, pero me gustó este mundo al punto que no hago más nada, de esto vivo y bien. Tengo tres casas y varios carros, todo a nombre de mi madre».

Aunque cree que no puede cambiar, reconoce los riesgos del oficio de asesino a sueldo: «Esta vida es dura, trae problemas por eso siempre ando armado, el que me ataque le disparo hasta verlo muerto».

Fuente: America.infobae.com