Desde los albores de la humanidad, el hombre primitivo se vio compelido por su inherente e inexorable instinto de supervivencia, a recurrir a todo tipo de artimañas o estrategias, para adquirir los medios que le permitieran garantizarse su subsistencia y la perpetuación de su especie (tales como alimentos, refugio, sexo, etc…).

A medida en que transcurrieron los años, y visto que el hombre por su naturaleza es (tal y como lo aseveraba Aristóteles) un animal social y político, este se dio cuenta de que para poder combinar su subsistencia y su perpetuación, con su sociedad con los demás miembros de su especie, era imprescindible adoptar una serie de normas que regularan el comportamiento dentro de la sociedad en la que vivía, así como también sancionar a aquellos que no cumplieran dichas normas, de ahí la ley mosaica, los diez mandamientos, el código de Hammurabi, y las posteriores legislaciones que otrora estuvieron vigente.



Así las cosas, y dada la necesidad evolutiva del ser humano combinada con la indetenible sobrepoblación, el ser humano (quien antes no tenía una competencia tan agresiva como la existente en la actualidad, dada la poca población a nivel mundial), se ha visto obligado a crear nuevas e innovadoras estrategias, y ha desarrollado un nivel de habilidad impresionante, a los fines de poder seguir garantizándose en los tiempos actuales su subsistencia y la perpetuación de su especie, es por eso que cada vez los gobernantes se han visto obligados a través del tiempo a crear leyes mas estrictas, rigurosas y efectivas, que garanticen la regulación del comportamiento del hombre en la sociedad, educando al mismo y del mismo modo castigando a aquellos que no quieran someterse a las normas de turno.

Es por eso que, a los fines de poder continuar viviendo como sociedad, y visto el preocupante problema de sobrepoblación que embarga a nuestra especie hoy en día, se requieren grandes dosis de educación al ser humano, para que (a pesar de su inexorable instinto de supervivencia), este pueda vivir en la sociedad sin dañarla, y a su vez, sanciones mas severas, que tiendan, en primer término reformar al hombre que ha dañado a la sociedad y hacerlo capaz de vivir en ella (a pesar de lo difícil que se torna cada día, a causa del capitalismo despiadado y salvaje que nos engulle), y finalmente, normas que tiendan a amedrentar a aquel que no las ha infringido a los fines de que se abstenga de hacerlo, y para ello, se requieren a su vez grandes inversiones en el ámbito judicial, para que lo anteriormente expuesto pueda ser llevado a cabo, con efectividad (lo que implica suficiente personal y capacitado que pueda cumplir con sus deberes), rapidez (pues como reza un viejo adagio Justicia dilatada es justicia denegada) y sobre todo honestidad (jueces y auxiliares de la justicia que no quebranten su integridad ni les tiemble el pulso para rechazar un soborno, para lo cual se necesita un buen sueldo).



La ausencia de recursos necesarios para suplir a una sociedad la educación que amerita, y para aplicar el castigo a los infractores de las normas que rigen a la sociedad (todo esto con el fin de garantizarle la convivencia entre ellos), trae como consecuencia, el comportamiento antisocial, a saber: el robo (falta de educación y justicia efectiva), la corrupción (falta de educación y de aplicación de justicia severa), violaciones sexuales (falta de educación), asesinatos (falta de una justicia efectiva que trae como consecuencia hacer justicia por sus propias manos, y falta de educación), entre otros crímenes no menos horrendos, llamando consecuentemente al caos total de la población y arrastrándola a ser la sociedad primitiva que una vez fue, mediante el camino de la involución.

Por eso cuando la sociedad dominicana pide a gritos la asignación de un 4% del producto interno bruto para la educación, así como también, ahora pide a gritos la asignación de 4.10% del presupuesto anual para el poder judicial, no es tanto porque el pueblo no quiere que se violen las leyes que obligan a ser asignados dichos montos (como lo es para el primer caso el artículo 197 de la ley 66-97 de educación y el artículo 3 de la ley 194-04 para el segundo), sino mas bien porque es una necesidad intrínseca para el ser humano, imprescindible para su subsistencia y convivencia en la sociedad, como ser racional y civilizado, necesidades que por demás está decir están garantizadas por la Convención Internacional De Los Derechos Humanos (art. 26 con respecto a la educación y 8 con respecto a la justicia) y nuestra propia Carta Magna (art. 63 con respecto a la educación y art. 69 con respecto a la justicia).

Y es por la falta de esos recursos para la educación y la justicia, que nos encontramos en la antesala del caos total en la República Dominicana, donde el pan de cada día son sentencias emitidas por jueces corruptos (los cuales han mermado gracias al esfuerzo inagotable hecho por nuestro presidente del poder Judicial Jorge Subero Isa, a los fines de limpiar la imagen del poder judicial que por tanto tiempo se ha empañado), secuestros, robos, asesinatos, violencia intrafamiliar, violencia de género, entre otros no menos bochornosos.

Hoy se desploman los pilares de la sociedad dominicana, la educación y la justicia, los cuales si fueran “las torres gemelas”, han sido derrumbados con la aprobación del senado y la cámara de diputados, los cuales tienen la esperanza de ser rápidamente levantados y reparados por el poder ejecutivo.

Esperamos que con la misma premura que los integrantes del senado y la cámara de diputados levantaron sus manos para aprobar la ley de presupuesto general del año 2012, levanten sus manos para asumir su responsabilidad moral frente a la sociedad dominicana de los atracos, robos, violaciones, secuestros, asesinatos, actos de corrupción administrativa, etc… publicados diariamente en los periódicos dominicanos.

Del mismo modo esperamos, que el presidente de la República Dominicana, el Dr. Leonel Fernández Reyna, recapacite (aunque sea a último momento), y no promulgue la preindicada ley de presupuesto general del año 2012, sin antes hacerle los reparos de lugar, atendiendo siempre los reclamos del pueblo dominicano, el cual creyó en sus promesas en el año 2008 y depositó su confianza en él, haciéndolo presidente de nuestra amada república, poniendo en sus manos el destino de nuestra nación y nuestra sociedad.

Por HERMES GUERERO BAEZ