Según informa el diario Le Figaro, fue en el programa Vampire Diaries (foto) que los Défontaine, un matrimonio de Busigny, al norte del país, encontraron el nombre para su hijo: Daemon.

El próximo 15 de diciembre, los padres del niño de nombre diabólico deberán presentarse ante el Tribunal de Familia de Cambrai para defender la rara elección que hicieron para dar nombre a su hijo nacido el 3 de noviembre último.



La serie favorita de los Défontaine se emite por TF1. Al hacer su elección, éstos, al parecer, no tuvieron en cuenta que la Justicia podía considerarlo contrario a los intereses del niño. Aunque sea una lengua muerta, no deja de ser impactante que Daemon signifique demonio en latín.

Afortunadamente para el pequeño, el artículo 57 del Código Civil francés dispone que «cuando los dos nombres de pila o uno de ellos, solo o asociado a otros nombres o al apellido, le parezcan contrarios al interés del niño (…), el funcionario del registro civil debe avisar sin demora al procurador de la República, quien, a su vez, puede dar intervención al juez». Si el magistrado considera que efectivamente el nombre puede afectar al niño, «ordenará su supresión en los registros de estado civil y le atribuirá al niño, llegado el caso, otro nombre que él mismo determinará».



Hasta ahora, los padres del «diablillo» no han querido dar marcha atrás y cambiar el nombre de éste, que es su tercer hijo, precedido por los más afortunados Lucas y Mathéo.

La prensa francesa evoca un antecedente, aunque no muy favorable para Deamon. Se trata del caso Mégane Renaud, en el año 2000, en la ciudad de Nantes. No hace falta explicar por qué el Registro Civil denunció a la familia Renaud por ponerle a su vástago el nombre de un modelo de la marca homófona.

En aquella ocasión, el Tribunal de familia tomó el caso por considerar que el nombre podía tener «un efecto nocivo» debido a la homonimia con el modelo de la automotriz Renault. Sin embargo, el fallo de los magistrados consideró que «el nombre Mégane no podía ser en sí mismo contrario al interés del niño» porque, «hasta su entrada a la escuela primaria, sólo los adultos podían tener conciencia del carácter eventualmente cómico de la asociación del nombre y del apellido». Curiosamente, los jueces también consideraron que la supresión del nombre habría acarreado «inevitablemente para el niño una gran perturbación en la construcción de su personalidad»; pero, al parecer, no pensaron lo mismo respecto de las eventuales bromas de la que sería objeto a partir de los 5 años, edad en que se inicia la escolaridad obligatoria en Francia.

Fuente Infobae