Si bien no existe una indicación precisa dado que cada caso es especial y que la decisión depende de la paciente y su médico, los profesionales coinciden en que tener 95 centímetros de busto suele provocar molestias e interferir en la vida de una persona. La reducción mamaria, la alternativa para prevenir complicaciones.



Los atributos físicos en general y el busto en particular forman parte de la personalidad de un individuo, en este caso una mujer, e inclusive le dan “forma” o moldean su manera de relacionarse con los demás. Sin embargo, muchas veces pueden generar complicaciones tanto físicas como emocionales.

Éste es el caso de las mujeres que tienen mucho busto, situación que entre sus principales manifestaciones incluye dolores de espalda, problemas de columna, incremento de peso e inclusive dolor premenstual excesivo. Todas ellas complican las actividades cotidianas, el trabajo y la realización de actividad física.



“La primera pregunta que nos hacen siempre a los médicos es cuánto es mucho busto para una mujer. En principio podemos decir que el número es relativo, porque tal vez dos mujeres pueden tener el mismo talle y no experimentar las mismas complicaciones. No obstante, en líneas generales, lo máximo es 95 centímetros debido a que tener 100 de busto suele incomodar“, expuso la doctora Vilma Padín, médica especialista en Cirugía Estética y Medicina Cosmética, presidente de la Asociación Internacional de Medicina Estética de la República Argentina (AIMERA) y directora médica de CEMEC.

“Lo de las medidas es tan relativo que, de hecho, la indicación para la realización de una cirugía de reducción mamaria surge de la charla entre el cirujano y la paciente. Es más: por lo general son las mujeres las que llegan al consultorio pidiendo la intervención, en la mayoría de los casos porque no encuentran ropa, no pueden sacarse el corpiño, no consiguen trajes de baño o sienten vergüenza y son objeto de cargadas y bromas. Esto último suele ser más frecuente entre las jóvenes o adolescentes”, agregó la especialista.

La intervención, que puede realizarse a cualquier edad, tiene como objetivo eliminar la inhibición social y aislamiento que genera el hecho de tener mucho busto. En el caso de las adolescentes, la cuestión suele pasar por ese lado pero -tal como indicó Padín- a medida que pasan los años las motivaciones van cambiando.

“En las mujeres de edad media, por lo general la decisión se toma después de tener hijos porque las mamas quedan más flácidas o se sufre mucho durante el síndrome premenstrual. Por su parte, en las mujeres de más de 50 años, el problema suele ser el agrandamiento de las mamas que se produce en algunos casos luego de la menopausia y provoca un incremento en el peso de las mismas. Esto se puede observar en esas señoras que al sacarse el corpiño o correrse la tira tienen una marca, una especie de surco”, detalló la especialista.

¿En qué consiste la intervención?

A diferencia del agrandamiento, es decir la colocación de prótesis de siliconas, la cirugía de reducción mamaria requiere la toma de ciertas precauciones adicionales.

Estrictamente, entonces, se podría decir que sólo comparte con el otro procedimiento los controles que se realizan en el marco del preoperatorio. Por lo demás, tanto el “durante” como el “después” transcurren de manera diferente.

“La operación de reducción glandular se realiza mediante una incisión en forma de cuña que va acompañada de la resección de la piel correspondiente, y en el marco de la cual se saca tejido graso y tejido mamario, y al mismo tiempo se levanta el busto. Todo este procedimiento no sólo deja la cicatriz alrededor de la areola, sino también otra perpendicular que es como una T”, detalló la especialista.

“Debido a las características de la intervención -continuó la doctora Padín- luego de la misma el post operatorio requiere cuidados especiales que se indicarán para cada paciente en particular. El objetivo es que la cicatrización se realice de manera correcta. Para eso es importante evitar los golpes, evitar la actividad física, mantener el reposo adecuado (las primeras 24 o 48 horas en la clínica en la que se haya llevado a cabo la intervención), así como también no realizar ciertos movimientos como alzar a un niño o secarse el pelo con un secador”.

“En los controles posteriores a la cirugía, realizamos la quita de puntos (recién 15 días después de la intervención), y evaluamos el estado de la paciente. Por lo general ellas manifiestan que la operación les modificó la calidad de vida en muchos aspectos, ya que no sólo lucen mejor su ropa, sino que además pueden caminar más derechas sin que los breteles les lastimen la piel. Además mejoran su autoestima y su confianza“, completó la especialista.

Información de PRO-SALUD News publicado en Salud.infobae.com