No tienen la perfección de la muñeca del amor Momoko («La mujer real que quiso ser muñeca sexual»), pero la nueva generación de muñecas sexuales semi-robóticas que ha irrumpido en los mercados japonés y estadounidense ha causado una verdadera conmoción. Se diferencia de la típica muñeca hinchable o «sex doll» por el realismo de sus rasgos femeninos y cuyas aperturas para la cópula vibran delicadamente a distintos niveles adaptándose progresivamente a los gustos de cada usuario.



Los continuos avances en la robótica indican que los robots sexuales tienen más y más características humanas. Aiko, la muñeca robot sexual más sofisticada del mundo es una buena prueba de ello, y aunque su creador el científico canadiense Le Trung la diseñó, primero para su uso personal, y posteriormente para compañía de ancianos y como ayuda a domicilio, ahora parace que una compañía japonesa la producirá en serie dentro de este mismo año. En su día, Henrik Christensen de la European Robotics Research Network dijo al Sunday Times del Reino Unido que «la gente estará teniendo sexo con robots dentro de los próximos cinco años.». En Japón las llamadas «muñecas del amor» son cada vez más demandadas y existen burdeles especiales que ofrecen el servicio exclusivo de estas señoritas de silicona…

Sea como sea, esta nueva generación de mujercitas sexuales está conquistando el corazón de muchos usuarios que las prefieren a las mujeres de carne y hueso, y confiesan que no solo proporcionan más placer, sino mayor comprensión, están siempre dispuestas a hacer el amor y también a escuchar en silencio y hacer suyos tus problemas.



Sin embargo también despiertan pasiones en algunos hombres que hasta ahora eran impensables en este tipo de juguetes, como amor, celos y odio. Un usuario acudió a su psiquiatra pidiendo ayuda porque creía que su muñeca sexual le engañaba con un vecino, a pesar de que sabía que el vecino no tenía llaves de la casa y desde luego la muñeca no abandonaba nunca su habitación. «Pero cada vez que llego a casa por la noche y la miro a los ojos», dijo al doctor, «siento como si me hubiera engañado y en ese momento la mataría. Además sé que el hijo que espera no es mío». El doctor le recomendó que se desprendiera de la muñeca por algún tiempo, a lo que el atormentado hombre respondió sin dilación: «Antes de perderla me pegaría un tiro. Además y a pesar de todo, espero ser un buen marido y un mejor padre.»

Fuente: gruponeva.es