Después de nacer, en 1977, viví la primera experiencia de fenómeno natural alguno, apenas contaba con dos años de edad, y aunque no tenía la edad suficiente como para hacer un relato de ello sólo recuerdo de que el refugio de mi familia fue en un gigantesco almacén de papas de San José de Ocoa.

Me refiero al histórico ciclón David, 31 de agosto de 1979, considerado el más poderoso fenómeno de este tipo en el último siglo que ha afectado a República Dominicana y que dejó más de 3,000 muertos, dejando otros daños considerables, y destruyendo el sistema eléctrico, telefónico, decenas de acueductos, fueron afectadas un sin número de represas en todo el país, la producción agrícola, etc.



Pero quiero con esto llamar la atención del papel a jugar de nuestras a autoridades, desde esa época a la fecha hemos estado viendo cómo las autoridades, del gobierno que sea, se olvidan de sus responsabilidades más notorias.

Lo que no entendemos es, ¿por qué se hace tan difícil que las autoridades trabajen a tiempo, en aras de preparar a los dominicanos, sobre todo a la clase más vulnerables, para así crear una cultura de prevención ante estos fenómenos naturales? Sería lo ideal.



Debe llamar poderosamente la atención, que en menos de un mes ya hemos tenido más de veinte (20) temblores o réplicas, sin tener una sociedad preparada para ello, y sin una respuesta contundente de quienes deben hacerlo, a excepción de unos expertos que siempre le dan la voz de aliento al pueblo.

Por qué nuestros alcaldes, alcaldesas, diputados/as, senadores/as, regidores/as, gobernadores/as, de cada provincia, toman esto en serio y preparan a sus respectivas comunidades y a su vez a sus munícipes, fortaleciendo las deplorables viviendas en las que viven los olvidados?

Debe despertar, de forma inquieta inclusive, que a diario hay un temblor de tierra y es como si fuera una información más que nos toca, como si se tratase de un acontecimiento normal noticioso, dejando de lado lo que podría repercutir respecto a lo humano.

Otro aspecto que nos llama la atención es las tantas edificaciones en construcción, sin la más ínfima supervisión de quienes tienen la responsabilidad, tratando, por lo menos, de que haya más seguridad para quienes adquieran un bien de esta envergadura y que en muchos casos es la única propiedad de valor de muchos.

Nuestros puentes y carreteras son también, en muchos casos, construidos, no sólo sin la debida supervisión sino que por las intangibles comisiones que se buscan dos o tres camajanes, se caracterizan por estar copadas de vicios, sin que a la postre sea penalizado, sólo por el hecho de que ahí están los grandes del país.

Por Robinson Gálvez Lay

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