Las noches en Jimaní tienen un sonido inusitado y, quizás, demasiado estruendoso para una comunidad fronteriza que dista más de cien kilómetros de las grandes urbes dominicanas y que vive del comercio diurno.



A las 6 de la tarde, cuando cierran las puertas a las tandas laborales, se empiezan a abrir las de la diversión. El sonido de la música anuncia desde lejos que ya es hora y en las calles se cruzan los convocados a un encuentro disperso con el placer y el sexo, donde se obvia que el día siguiente será un miércoles marcado como laborable en el calendario.

Ellas empiezan a caminar de un lado al otro. Se detienen en una esquina o siguen resueltas hacia uno de los muchos centros de diversión nocturna, donde entran sin dificultad, pese a que sus rostros las delatan como menores.



Al principio de la conversación, la joven de 16 años se muestra ajena a la pregunta de uno de los integrantes del equipo de prensa. Luego, ante el temor de perder a un posible cliente, admite que tiene que vender su cuerpo para poder mantenerse.

«Ella tiene una niña de año y medio que bebe leche y usa pampers (pañales desechables)», comenta otra amiga a su lado. La niñita de la menor quedó esa noche al cuidado de los hijos de su compañera, que a sus 31 años de edad ya tiene cuatro; la mayor de siete.

Las dos mujeres están en el parque justo al frente de la Oficina para el Desarrollo de la Mujer, a pocos metros del Ayuntamiento, donde horas antes, el alcalde, Fernando Ramón Novas, hablaba sobre los preparativos de un encuentro entre los diferentes sectores de la comunidad para buscar una solución al problema de la prostitución en Jimaní.

Aunque las dos jóvenes son dominicanas, la preocupación que embarga, tanto a la alcaldía, la Iglesia católica, la Fiscalía y a los comunitarios de la zona, es por la cantidad de niñas haitianas envueltas, que, además de darle una dimensión mayor a la actividad, los lleva a pensar que pueden tratarse de víctimas de trata de personas.

Como posibles responsables de traficar con las menores desde Haití, el fiscal Salvador Bello tiene en la mira a los choferes de camiones que transportan mercancías a través del paso fronterizo de Malpaso, entre Jimaní y Fond Parisien. Los camioneros son señalados como los principales clientes de las menores.

«Si no hacemos eso, no comemos»

La joven K (la letra oculta su verdadero nombre) tiene 15 años y es parte de un grupo de cuatro amigas, de nacionalidad haitiana, que comparten una casita en el sector donde antes existía el barrio La 40, arrasado por la crecida del río Blanco en el 2004.

Por el alquiler pagan RD$1,000 cada mes. K llegó de Haití hace un par de meses. Aunque carece de documentos, entró por la frontera a bordo de un camión, cuyo chofer «le dio una bola», y ni si quiera tuvo que esconderse, según cuenta. De este lado de la isla, la esperaba una hermana.

K, igual que sus amigas, dos de 17 y la otra de 16, salen cada noche hasta uno de los puntos ubicados por las autoridades como centro de prostitución, conocido como «Josefita».

El negocio, cuyas paredes anuncian un car wash inexistente, está a escasos metros de un área de parqueos para los camioneros que deben hacer turno antes o después de su paso a Haití. «Uno pide RD$800, RD$500, pero a veces nada más te dan RD$200. Muchos dicen que te van a pagar, y después no pagan na’. A veces te dicen cosas y una vez uno me quería hacer algo (golpear), pero yo me fui corriendo para la Policía», cuenta R, otra menor del grupo. Justifica su actividad en que «uno no está trabajando y si no es eso, no comemos, no compra ropa».

Para sus servicios, las amigas utilizan su propia casa, y si la situación lo demanda, pueden compartir espacio y hasta al mismo cliente.

Sobre la forma en cómo entraron al país, R dice que llegó desde pequeña con su madre a Barahona, y luego se mudó con una amiga para Jimaní. Las otras dos callan, cómo si no entendieran la pregunta.

Otra joven, que ahora trabaja en un puesto de comida, explica que por lo regular sus compatriotas salen de Haití porque no tienen nada que hacer allá y no quieren morirse de hambre. «Una viene y empieza a hacer «eso», luego va a Haití y cuando regresa, trae a otra amiga y luego a otra».

A la vista de todos

En Jimaní todos hablan de la gran prostitución de niñas, sobre todo, haitianas. «Son niñas de 12 y 13 años… Desde las 11 de la mañana usted las ve subiendo y bajando», comenta la señora Juana Cuevas Ferrer, de 68 años, que se queja de que las autoridades no hacen nada.

«En las noches salen a las esquinas de los parques y los hoteles a hacer su trabajo. Aquí eso es muy común. Son como 100 mujeres, y las autoridades son las primeras que las usan, y si no les resuelven, les quitan los cuartos», dicen de forma alternada dos jóvenes que descansan en el parque.

Un señor que se suma al diálogo comenta también sobre «El Car Wash», un negocio a la salida del pueblo donde, asegura, las mujeres tienen que pagarle al dueño, para poder salir con un cliente.

El párroco de la Iglesia San José de Jimaní, Toribio Nicolás García Lora; la líder local de Visión Mundial, Adela Matos y el representante del Servicio Jesuita de Refugiados y Migrantes en esa comunidad, Jerpín Suero, son parte de una red de protección a los derechos del menor, que desde hace tiempo vienen alertando y demandando medidas para contrarrestar esa problemática.

La red, en la que participan otras organizaciones comunitarias, redactó un documento en noviembre del 2011, en el que demandaban de la Fiscalía accionar contra la existencia de prostíbulos de niños/as y adolescentes de nacionalidad, tanto dominicana como haitiana.

En el documento se solicita realizar redadas y el cierre de los lugares de prostitución y referían dos en el barrio La Q, uno en La 40, y otro en el sector Armonía. Pedían también que el Ministerio Público emitiera comunicaciones a los militares del Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza Terrestre (Cesfront) y a Migración para que no se permita transitar con niños en patanas, si el chofer no puede demostrar su parentesco directo o legal con el menor.

Los tres representantes de las organizaciones se quejan por separado de la poca respuesta. Suero recuerda el caso de una menor de tres años que fue violada hace unos tres meses, sin que nadie haya sido sometido, debido a que la Fiscalía alega que no tienen los medios para determinar los responsables. También Matos menciona el caso de otra menor de 16 años, ultimada en uno de los prostíbulos en diciembre pasado.

En la Fiscalía informaron que no hay ningún caso pendiente en ese sentido. El fiscal Salvador Bello admite que la prostitución se sale de control, «porque nosotros mismos hemos sido testigos que de esos patanistas (camioneros) que vienen aquí y las usan casi a la luz del sol, no se esconden y eso ha traído la alarma en la sociedad».

Sin embargo, reconoce que las acciones que se iniciaron el año pasado se detuvieron por las elecciones, y que él particularmente no ha hecho ninguna redada, pues apenas lleva dos meses en el cargo. Será ahora, tras el encuentro organizado por la sindicatura, el pasado miércoles 4 de julio, cuando se retomarán las redadas y ya tienen ubicados unos siete prostíbulos.

El supervisor de Migración en Jimaní, Ovidio Dotel, niega que a través de Malpaso se haya intentado siquiera introducir personas ilegales, y enérgicamente rechaza las acusaciones contra los patanistas. «Eso es mentira», dice. «Esto es una frontera muy amplia y a pesar de que existen los controles necesarios, ellos (los haitianos) se van por la loma, salen por Tierra Nueva y llegan a Jimaní, pero aquí tenemos el control», sostiene.

Datos

Prevención VIH

Entre finales del 2010 y principios de 2011, Visión Mundial y ONUSIDA realizaron un trabajo de prevención de VIH en la zona de Jimaní, durante el cual tuvieron contacto con 56 niñas, algunas hasta de once y 15 años. En la mayoría de los casos identificados, las menores dicen que no se van a dejar morir y que de lo que tienen, comen.

14 embarazadas en 3 meses

Según el director del hospital de Jimaní, Francis Moquete, en el último trimestre de este año se recibieron 81 casos de embarazos en ese centro, de los que 14 fueron de menores de edad. Además, hay 142 casos en control de embarazos, de los que el 13% es de adolescentes, aunque sostiene que las haitianas, son las que menos se embarazan. Esto, explica, debido a que muchas tienen a la prostitución como medio de sustento y evitan procrear. «El de las haitianas embarazadas es un porcentaje relativamente bajo, ellas se planifican. Vienen al hospital en busca de pastillas anticonceptivas», informa Moquete.

Fuente: diariolibre.com