WASHINGTON. Diversos ensayos clínicos que examinan el uso de fármacos antirretrovirales como una forma de prevenir el sida produjeron resultados completamente opuestos sobre su eficacia, según investigaciones hechas públicas ayer.

Los resultados de tres grandes estudios realizados en África y publicados en el New England Journal of Medicine levantan muchas preguntas sobre qué grupos se beneficiarían y cómo deberían gestionarse estos tratamientos, afirman sus autores.



El enfoque, conocido como profilaxis de preexposición, o PrEP, consiste en personas sanas que toman fármacos antirretrovirales -los utilizados para tratar a las personas que padecen VIH- para evitar ser infectadas con el virus al mantener relaciones sexuales con parejas infectadas.



Un estudio mencionado en la revista, que incluía a parejas heterosexuales en las que solo un miembro tenía el VIH, mostró que se reducía entre un 67% y un 75% el riesgo de contraer sida entre los miembros sin infectar que tomaban el medicamento.

El estudio, conocido como Partners PrEP (Parejas PrEP), se realizó de 2008 a 2010 en Kenia y Uganda entre más de 4.700 parejas y asignaba al azar a las parejas que no tenían la enfermedad una dosis diaria de tenofovir, una combinación de tenofovir y emtricitabina o un placebo.

En los dos primeros casos, los participantes mostraban una protección «significativa» o de «similar magnitud» tanto para hombres como para mujeres, según el estudio.

La adherencia o seguimiento del tratamiento fue alto en este estudio: un 82% de los participantes seleccionados al azar mostraron niveles detectables de los fármacos, mientras sus autores estiman que un 92% siguió el tratamiento.

Otro de los estudios a los que se hace referencia en la publicación, sin embargo, hubo de ser interrumpido en abril de 2011 porque el grupo que recibía el fármaco no demostró poseeer ningún nivel de protección mayor que el que estaba tomando el placebo.

Ese estudio, conocido como FEM-PrEP, fue una prueba controlada aleatoria de 2.120 mujeres en Kenia, Sudáfrica y Tanzania.

De ellas, 33 mujeres que estaban tomando el tratamiento contrajeron la enfermedad, frente a 35 que lo hicieron mientras tomaban el placebo.

El estudio mostró una muy menor tasa de adherencia al tratamiento médico (un 40%) y una lista mucho mayor de efectos secundarios como naúseas, vómitos y anormalidades en los riñones y el hígado.

El hecho de que muchas mujeres que participaron en el estudio consideraban estar en bajo riesgo de contraer el VIH podría haber contribuido a su poca adherencia al tratamiento.

Un tercer estudio, llamado TDF-2, en el que participaron 1.219 hombres y mujeres en Botsuana, mostró que la profilaxis de preexposición tenía una tasa de eficacia del 62% en adultos heterosexuales sexualmente activos.

Estudios previos habían mostrado que este enfoque podía reducir los casos de VIH en hombres que mantienen sexo con hombres en un 44% en total, aunque se vieron tasas de éxito mayores entre los hombres que tomaban la píldora más regularmente.

«Por qué los resultados difieren a lo largo de los distintos estudios realizados hasta la fecha no está claro», afirma en un editorial que acompaña a los estudios Myron Cohen, de la Universidad del Norte de Carolina, y Lindsey Baden, del Brigham and Women’s Hospital de Boston.

Un panel asesor de la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) recomendó este año aprobar el uso de la píldora para prevenir la enfermedad y se espera la decisión del organismo al respecto en diciembre próximo.

Los doctores necesitan por tanto saber cómo afrontar esto de cara a los pacientes, afirman los autores.

Las cuestiones a considerar son qué tipo de población podría beneficiarse más, cuándo empezar y detener el tratamiento, cómo evitar la resitencia al fármaco, qué efectos secundarios puede tener y cómo asegurarse de que el tratamiento no promueve comportamientos de riesgo como sexo sin protección.

AFP