Mucho se ha hablado y escrito sobre las particularidades del dominicano, por su forma de vida, de actuar y de pensar, dentro del contexto de tratar de descifrar los porqués de su condición actual como sociedad, tratando de buscar una traza rectilínea que conduzca a una idea de desarrollo, que pueda ser seguida por el conjunto social.

Sin embargo, nos encontramos en medio de un amasijo de consignas y clichés, que han sustituido la racionalidad como abrevadero del pensamiento común, impidiendo la acción renovadora del pensamiento crítico, tomando las grandes mayorías la actitud de irse por la tangente, a la hora de asumir los retos, de enfrentar los grandes problemas que afectan su desarrollo social.



Somos un caos organizado, sin embargo, todos actuamos de conformidad con ese orden que no llegamos a entender ni a descifrar. No importa que socialmente suframos de inflación legal, porque tenemos leyes para todo, pero generalmente no se cumplen, y la impunidad es la moneda más frecuente con que la sociedad premia al delincuente.

La delincuencia se ha convertido en la costumbre más socorrida para sobrevivir en el caos dominicano, son tantas las modalidades del delito, como las arguciaspara consumarlo, y de él participan gente de todas las condiciones socioeconómicas, devorándose como fieras hambrientas en la lucha por la supervivencia.



Decía Cidinha Campos, diputada brasileña, refiriéndose a sus colegas políticos, que la corrupción se había convertido en algo genético en su país, que ya venía en el DNA de las personas, asunto que también toca a los dominicanos, los cuales parece venimos programados para buscar la supervivencia haciendo el mínimo esfuerzo posible, cosa que en nada nos sirve para alcanzar el desarrollo.

Mientras nos sobrevaloremos, usando como pedestal nuestras carencias, para explicar la conveniencia del desorden social imperante, justificando de paso todas las fechorías que podamos cometer en provecho nuestro o de nuestros parciales, no habrá forma posible de encontrar la ruta del desarrollo.

Porque duele decirlo, pero todavía estamos a oscuras, en lo que tiene que ver con el desarrollo, porque para que este se manifieste debe existir orden, ley , y funcionamiento pleno de ambas, cosa de las que adolecemos, por los atajos que hemos decidido tomar en nombre del provecho propio y por encima del interés colectivo.

Muchos dominicanos han progresado materialmente, pero ese progreso se ve hoy amenazado por las faltas de condiciones sociales idóneas para su disfrute, porque en tierra donde la ley es un chiste y la impunidad ante el delito es un premio para el más vivo, el que tiene dos pesetas que perder es una víctima en potencia, de aquellos que no les importa la forma de cómo conseguir el dinero.

La costumbre es la principal fuente de la ley, y es nuestras costumbres lo que deberíamos revisar de forma crítica como pueblo, porque si logramos modificar nuestras inclinaciones por lo fácil, acostumbrándonos a la idea de que todo lo bueno se consigue a base de mucho esfuerzo y sacrificio, la sociedad tomaría un rumbo diferente al que lleva hoy.

Por Jackson Pichardo para Ensegundos.net