El muelú, al igual que el diccionario, vive de la palabra, es un fabricante de sueños mantenido por la susceptibilidad de los demás a crear esperanzas y chanzas pues en los barrios al pobre le da por soñar despierto aquello que al rico tener no le quita el sueño. El muelú lo sabe, por eso aunque le guste el café, no muy en el fondo se lleva mal con éste al no querer que nada mate los sueños dispuestos a ser vendidos solo por él, y es que justo ahí radica su razón de ser.

Si le diésemos a escoger entre una paloma y una cotorra, gustoso se decantaría por esta última, es que su madre pario un cotorrú, no un palomo. Al igual que las agencias de envío vive del bulto y sin haber escrito una sola página es todo un maestro del cuento.



A palabras bonitas, oídos atentos



Dios le da barba al que no tiene quijada, ¿será también por eso que le da palabras a quien gracias a su ingénito charlatanismo carece de aplomo para mantenerla? A él del cielo le cayó labia, suficiente para granjearse diez limonadas fiadas al incauto que si le cayeron limones y, sin importar en qué lugar de la fila esté, tan fácil como un chiste le será aparentar que rió mejor.

El muelú es la tragicomedia de quien vago de seriedad se emplea a tiempo completo en quimeras y fantasías pretensiosas; el placebo del pobre que a pesar de tener anhelo de superación carece de valor para encender la llama a resplandecer así solo sea para comprarse un inversorcito para acabar sus apagones. Casi siempre, el muelú anda a pie pero monta pila como loco, no obstante si juzgamos a quien conviene lo que dice, sabremos que está bien cuerdo.

La lengua como herramienta reproductiva

El muelú es un acérrimo enemigo de todo aquel abanderado de la energía eólica por la misma razón que siempre se le ve callado en tiempos de huracán: él sabe que las palabras se las lleva el viento no obstante al mismo tiempo, hace caso omiso de la frase «en boca cerrada no entran moscas». Contrario a lo pensado por algunos, dar muela es una profesión de futuro; tanto así que grandes peritos del área han llegado a ser presidentes, sin embargo hoy hemos aprendido que para dirigir un país, más que palabras se requieren hechos. Ser muelú es una garantía de éxito con las mujeres, ellos fueron los primeros en descubrir que es mejor entretenerlas con palabras el mayor tiempo posible ya que irónicamente la lengua a diferencia de otros órganos corporales, no muerde el polvo de la derrota.

¿Dónde está el anillo y la toga?

El muelú es un profesional de la lengua sin diploma pues la escuela de la calle no está reconocida por el ministerio de educación a pesar de quedar sus enseñanzas mejor aprendidas que las impartidas en los centros avalados por dicha institución. Los hay en todas las clases sociales pero el muelú de barrio sin llegar a ser un Picasso, nos resulta el más pintoresco.

Casi nunca posee este bicho, riquezas terrenales aún así es acaudalado de palabras y sin importar si acaso es zurdo, tanta profusión de vocablos bien conjugados le harán ser diestro en las acrobacias verbales con las cuales ganarse el pan de su austero circo. Es que si la gramática procura la correcta conjugación del verbo en aras del significado en cada frase, él conjuga labia siempre en busca de un objetivo aun este sea darle muela a un dentista para que le quite el dolor sin tener que sacársela.

Por Aneudys Santos Productor de contenido para medios

En Twitter: @aneudys_santos