Aquélla mujer dedicada a quehaceres domésticos llevaba más de seis décadas firmando con la marca de una cruz, sin saber lo que decía el papel o documento donde estampaba esa singular rúbrica.

Eso no le hace ni tonta ni perezosa ya que posee habilidad nata para defenderse verbal o “físicamente,” por aquello de que más sabe el diablo por viejo que por diablo.



Desconfiada hasta de su sombra, recientemente se cuadró con el palo de una escoba ante la presencia inesperada de un extraño joven que conducía una motocicleta y se detuvo a su lado. Su reacción es fruto de la zozobra en que vive la población dominicana a causa de la delincuencia.

Antonia, nombre de esta señora, anteriormente hizo correr a dos hombres que pensaron que “iban a comer con su dama”. Donde ella labora, dos intrusos tocaron la puerta y los divisó a través de un “ojo mágico”.



Los dos hombres andaban trajeados, pero Antonia se dio cuenta que uno agarraba un arma que llevaba al cinto. Estos sabían el nombre de una doméstica que anteriormente laboró allí, por quien preguntaron.

¡Abra la puerta!, ordenaron los hombres al tiempo que añadían que iban a buscar algo que dijo la señora de la casa. Un momento –respondió Antonia-, déjenme llamar al coronel para que abra. De inmediato los dos intrusos salieron huyendo.

Ahora será más difícil engañar a Antonia, quien conoce al cojo sentado y al tuerto durmiendo, porque ya no tiene que firmar con una cruz. Escribe su nombre completo y sabe leer, lo que irá mejorando.

Antonio afirma que en su niñez fue enviada a buenos colegios, pero se escabullía del plantel dando al traste con los esfuerzos de la tía que la criaba. Ahora admite que la tía le estaba haciendo un bien con enviarla a la escuela, pero ella creía que le hacía una maldad.

El plan de alfabetización iniciado en el gobierno de Danilo Medina hizo que Antonia decidiera aprender a leer y a escribir A instruirse como quiso su tía.

Antonia forma parte de un grupo de adultas mayores que recibe clases en horas de la noche en un local del sector María Auxiliadora, en Santo Domingo. Se le ve feliz al escribir su nombre y afirma que ya lee y seguirá mejorando porque hace todas sus tareas. Así que ¡Hurra! para todas las mujeres que como Antonia se decidieron a ver más allá de las narices.

Por Cándida Figuereo