iglesia pare de sufrir

 

En el país católico más grande del mundo se ha desatado una disputa por la polémica relación entre la política y la religión. Comparado con la mayoría de los países de Occidente, en los últimos 20 años, en Brasil, las iglesias han ganado mucha influencia, sobre todo las iglesias libres evangélicas.  



El detonante del debate fue la elección del diputado evangélico Marco Feliciano como presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso brasileño, a principios de marzo. 

El predicador y jefe de la iglesia Asamblea de Dios “Catedral do Avivamento”  había acusado varias veces a los homosexuales de destruir “la sagrada familia brasileña”, según publica el medio alemán Deutsche Welle. 



Asimismo, inculpó al Tribunal Constitucional de Brasil de haber “insultado a Dios” con su más reciente jurisprudencia sobre el aborto.

Protestas contra el clérigo

El diputado brasileño Marco Feliciano 

Sus declaraciones radicales causaron una ola de protestas en el país y el extranjero. Los manifestantes demandaron la dimisión de Feliciano como, por ejemplo, el sábado pasado (23.03.2013), frente a la Puerta de Brandeburgo. 

También la organización internacional de derechos humanos Amnistía Internacional apoya las protestas, y el gobierno brasileño se distanció claramente de los ataques verbales contra las minorías.

No obstante, detrás de la disputa se esconde más que un conflicto político interno. El caso es representativo del creciente disgusto  por la fuerte influencia de los grupos religiosos sobre la política en el país sudamericano.

La religión también gobierna

Entre 1990 y 2013, el número de diputados de la fracción evangelical en el Congreso brasileño aumentó de 30 a 73. Cuando se trata de votaciones sobre temas como la protección de la vida y el aborto, el grupo religioso se amplía a 192 parlamentarios, lo que corresponde aproximadamente a un 40 por ciento de los diputados, incluyendo también a muchos representantes católicos.

En Brasil, las iglesias libres ganan cada vez más adeptos.

El fortalecimiento político de las iglesias libres también se refleja en el desarrollo de la sociedad.

Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística IBGE, entre el año 2000 y 2010, el porcentaje de los fieles de las iglesias libres evangélicas y las iglesias pentecostales aumentó de un 15 a un 22 por ciento. Durante el mismo período, el número de creyentes católicos se redujo del 74 a un 68 por ciento.

Pero el creciente poder político de los pastores y predicadores no solo se debe a los millones de fieles que apoyan un aumento de poder político de la Iglesia. Un reciente estudio del Instituto de Estudios Religiosos de Río de Janeiro, en cooperación con la fundación alemana Heinrich-Böll, revela que la disputa por la influencia política también deriva de la fuerte competencia entre el catolicismo y las iglesias libres en Brasil.

¿Los mismos derechos para todas las iglesias?

Las iglesias libres y pentecostales demandan del Estado los mismos derechos que tiene la Iglesia católica: clases de religón en las escuelas públicas, asistencia religiosa para presos, hospitales y escuelas religiosas, así como cabildeo político.

Manifestantes se pronuncian en contra de Feliciano.

El estudio concluye que el movimiento evangélico ha conducido a que todas las comunidades religiosas tengan más presencia pública. No obstante, en esta competencia religiosa, dentro del sistema democrático, la Iglesia católica aún lleva la delantera, opina el experto alemán en ciencias de la religión Frank Usarski, que imparte clases en la Universidad PUC de São Paulo.

“Hay muchas iglesias pentecostales que pretenden cambiarlo y exigen los mismos derechos para sí mismos,” señala.

A pesar de ser un estado laico, las cuestiones religiosas son muy populares en Brasil. Según una encuesta de la Fundación Getúlio-Vargas, de 2010, el 90 por ciento de los cerca de 200 millones de habitantes se declaran creyentes cristianos. El 89 por ciento de los encuestados opinó que la religión es un tema importante y la mitad dijo asistir regularmente a misa.