ROMA. El Vaticano habría desestimado los informes sobre las matanzas perpetradas por el dictador chileno Augusto Pinochet tras el golpe de 1973 y manifestó su comprensión y tolerancia por el derramamiento de sangre tras el golpe de Estado en Chile, según revelaciones este lunes de Wikileaks.

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«Como es natural, desafortunadamente, tras un golpe de Estado hay que admitir que ha habido derramamiento de sangre en las operaciones de limpieza en Chile», afirmó entonces monseñor Giovanni Benelli, sustituto de la Secretaría de Estado, según los cables consultables por internet en la página de Wikileaks y parcialmente divulgados por la revista italiana L’Espresso y el diario La Repubblica, entre los medios que firmaron la exclusiva.

En uno de los informes enviados por la embajada de Estados Unidos ante la Santa Sede, se descubre la compleja relación del Vaticano con una de las dictaduras más feroces de América Latina de la década de los setenta (1973 -1990).



Benelli, era entonces el sustituto del cardenal Giovanni Cicognani, Secretario de Estado de la Santa Sede, quien era muy anciano para cumplir con las funciones de número dos del Vaticano.

La mano derecha del papa Pablo VI, que había sido su secretario privado por años cuando era el cardenal Giovanni Battista Montini, se encargaba de los asuntos diplomáticos más delicados del papado, llegando a ser apodado el «Kissinger del Vaticano» por su visión autoritaria y anticomunista del mundo.

En los cables de la era de Henry Kissinger, Benelli expresó el 18 de octubre de 1973, un mes después del golpe militar que derrocó al gobierno socialista de Salvador Allende, «su profunda preocupación, al igual que la del Papa, sobre una campaña internacional izquierdista que tergiversa completamente, y con éxito, la realidad de la situación chilena», según el cable clasificado como «secreto».

Para el prelado, que según fuentes diplomáticas recibió a Richard Nixon personalmente cuando visitó en 1969 al Vaticano, las denuncias contra la dura represión desatada por el régimen militar, eran simple «propaganda comunista».

«Benelli etiquetó la cobertura de los acontecimientos como del mayor éxito de la propaganda comunista», sostiene el cable, que recuerda que el religioso advirtió sobre «cómo los comunistas podrán influir en los medios de comunicación del mundo libre en el futuro».

«Las historias de los medios internacionales que hablan de una represión brutal en Chile no tienen fundamento» aseguró Benelli al diplomático estadounidense, pese a las denuncias en todo el mundo contra la ola de detenciones ilegales que azotaban ese país y que tildó de «mentiras burdas».

El diplomático de la Santa Sede, que llegó a ser cardenal y fue considerado como un «papable» tras la muerte de su mentor Pablo VI, sostenía que tanto la Nunciatura Apostólica en Chile, como el episcopado chileno le habían asegurado que la junta militar «estaba haciendo todo lo posible para que la situación se normalizara».

Inclusive menciona al cardenal Raúl Silva Henríquez, para defender el régimen y minimizar los excesos de la represión, a quien llama «uno de los más destacados miembros progresistas dentro de la Iglesia».

El cardenal se convirtió poco después en uno de los emblemas de la defensa de los derechos humanos, tomó distancia de los militares en forma discreta y en noviembre de 1974 fue recibido por el Pablo VI en el Vaticano.

Un cable sostiene que el cardenal dio al Papa «una visión bastante pesimista» de la situación en Chile y advirtió que Pinochet solía acusar a otros miembros de la junta militar de las violencias y la represión.

«El cardenal y el Vaticano creen que se trate de un estratagema cínico para librarse de la propia culpa», sostiene uno de los cables.

Las revelaciones de Wikileaks denuncian la relación del Vaticano con las sangrientas dictaduras militares de Surámerica, llena de sombras y luces.

En un cable, Benelli reconoce que la jerarquía de la Iglesia «recibe presiones internas para que condene los excesos de la junta militar», sin que la Santa Sede llegara jamás a condenarla públicamente ni a romper relaciones diplomáticas.

Tres años después del golpe militar, ya sin cables consultables, Chile estaba aislada a nivel internacional y el Vaticano mantenía su línea política de «ejercer presión discreta».

Catorce años después del golpe, en abril de 1987, Pinochet logró que el papa polaco Juan Pablo II realizara una histórica visita a Chile, durante la cual se asomó con el pontífice del Palacio de La Moneda, lo que generó controversias y críticas de numerosos sectores católicos, que consideraron el gesto como una bendición al régimen.

AFP