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SANTO DOMINGO, República Dominicana.- El médico cirujano cardiovascular Julio César Barnett expresó indignación por el curso que ha tomado la práctica médica en la República Dominicana, la que considera lamentable, interesada, vergonzosa y vergonzante.



En un relato sobre su vida vinculada a la medicina, y a la práctica médica, describe las múltiples formas de engañar o estafar a los pacientes, que acuden a los hospitales y consultorios médicos, desconociendo lo que tiene valor y lo que no, y las formas utilizadas por ciertos profesionales que estafan a los ciudadanos.

De acuerdo al portal Acento.com.do, Julio César Barnett es jefe de cirugía cardiovascular en el hospital Salvador B. Gautier, en el Instituto Dominicano de Seguros Sociales (IDSS). Además es cirujano cardiovascular en el Instituto Dominicano de Cardiología.



Dice que las prácticas corruptas son comunes en otros países, como Estados Unidos, pero que allí existen sanciones y formas de determinar quiénes son los que incurren en ese tipo de abuso. En República Dominicana no.

A continuación el testimonio del doctor Julio César Barnett

POR QUÉ QUISE SER MEDICO, POR QUÉ ME AVERGUENZO DE SER MÉDICO

Corría el  mes de abril o mayo del año de 1962, apenas casi un año del ajusticiamiento del tirano, yo estaba en el primer curso del bachillerato y ya soñaba con estudiar medicina. No se me olvidan los momentos que pasaba en el patio de mi casa matando lagartos, para luego inyectarlos con agua en el abdomen  y disecarlos con las famosas navajitas Gillette de dos filos de la época. También cuando enterrábamos los ratones muertos y luego de que pasara cierto largo tiempo, desenterrarlos para armar su esqueleto. Ese era mi mundo fascinante de aprendiz que desde muy temprana edad  me arrastraba hacia lo que era para mí el sumum del conocimiento; la medicina.

De niño, los primeros pasos

Puedo decir que hubo otras dos cosas que influyeron en mi desde muy temprana edad: el ser asmático y estar siendo tratado por un médico neumólogo de pelo y bata blanca, el Dr. Manuel Rodríguez Jiménez al que siempre se le distinguía  por una tenue sonrisa que irradiaba paz, la otra que tenía un primo muy querido en la familia, que se había graduado de médico y que se encontraba en los Estados Unidos haciendo su especialidad.

El tiempo transcurrió de manera tan breve que llegó la revolución de abril y con ella me gradué de bachiller en Ciencias Físicas y Naturales. De inmediato busco la oportunidad de dar los primeros pasos en la medicina y dejo mi casa para entrar a vivir en una clínica de mucho prestigio, a partir de entonces llego al prólogo de lo que me absorbería para toda la vida.

Primero comencé  a poner inyecciones, dar puntos de sutura en la frente, sobre las cejas y en la barbilla a los niños que se caían al suelo. Luego vendría el ser ayudante de cirugía y obviamente la hipertrofia del ego en esos años juveniles. Empecé a entender del respeto que sentían los pacientes por los médicos, entendí también del respeto que tenían los médicos por los pacientes, de su interés por resolver los problemas de los enfermos, de las malas noches al lado de ellos y sobre todo de las palabras de consuelo tanto para el enfermo como para con sus familiares.

También conocí en esos primeros tiempos que  no había un afán desmedido por lucrarse de los pacientes, de limpiarle los bolsillos; todo lo contrario, esos médicos trataban de que sus honorarios fueran justos. Si es cierto, que a uno que otro se le podía ir la mano y eso es lógico que suceda, pero para ese entonces no existía un consumismo desenfrenado y  la consecución de unos  teneres, rabiosamente perseguidos a como diera lugar.

Me eduqué en esa clínica, rodeado de un grupo de médicos que nos enseñaron de todo, medicina, educación, comportamiento, ética, y, hasta que está bien y que está mal en el mundo de la medicina. Nos enseñaron a hacer lo que estaba correcto y lo más importante que nunca debíamos anteponer nuestros intereses personales a los intereses de nuestros pacientes. También nos enseñaron que había algunos que hacían sus trampitas, pero esos se podían contar con los dedos de la mano.  Muchos de mis maestros  han partido de este mundo, otros están con nosotros y a todos sin excepción los recuerdo con admiración, cariño y sobre todo con extraordinario respeto.

Me hice adulto y me gradué de médico

Me inicié en el mundo de la medicina como practicante (ya no existe este espécimen ahora son médicos graduados) a  los 17 años, pasé la adolescencia entre la clínica y la universidad hasta que me hice adulto y me gradué de médico. Difícil la carrera? No, mis profesores me la hicieron fácil. A partir de ese entonces comienza un nuevo recorrido, difícil de adaptarse, tú solo y un mundo nuevo desconocido frente a ti. Llego a hacer la famosa pasantía (servicio social) en el municipio de San José de los Llanos, provincia de San Pedro de Macorís. Ahí llego todavía sin conocer la dimensión de lo que significa para una comunidad el ser médico. El significado: DIOS.

Poco a poco me voy dando cuenta lo que yo representaba para ese pequeño pueblo. Con muy pocos empleos, con la cosecha del arroz secano en la sabana de Guabatico y nada más. Fui médico Ginecólogo Obstetra, Pediatra  Internista y Salubrista. No pude ser cirujano, porque no existían las condiciones ni estaba preparado para tanto. Salvamos a  varias muchachas con sangrados por aborto incompleto, de la manera que mis profesores de la maternidad La Altagracia me habían enseñado.  Gastroenteritis en los niños, insuficiencia cardíaca en los adultos por hipertensión arterial no controlada, y los viernes después de la 1 PM tenía que examinar las meretrices  del batey “Paloma” y determinar quién podía trabajar y quién no; con sus consabidos trastornos socioeconómicos. Fue una experiencia extraordinaria y me convertí de repente, de muchacho médico a hombre médico. La comunidad de Los Llanos como se le dice, no sabe cuánto le agradezco.

Salgo del país a hacer la especialidad y regreso a los 7 años

Cuando regreso a la República Dominicana con todo ese cúmulo de conocimientos adquiridos, intranquilo por quererlos aplicar y queriéndome comer el mundo, me encuentro que la cirugía cardiovascular en mi país, en la que me había entrenado, no existe.

Pero cómo que no existe si nosotros fuimos de los países latinoamericanos que primero hicimos cirugía de corazón? Cómo que no existe si el Dr. Pierre Grondin, famoso cirujano canadiense, formó desinteresadamente un grupo completo de dominicanos en Canadá, para desarrollar la cirugía de corazón en nuestro país?

Nadie me ha querido decir las razones, pero hay rumores que dicen que desde que llegaron  se pelearon. Porque todos querían ser caciques y había pocos indios. Desde ya empiezo a conocer dentro de la medicina dominicana el canibalismo entre colegas, que al cabo de treinta años después se convierte en una vorágine que nos absorbe a todos. Me comienzo a avergonzar. Se inicia el calvario, porque eso nunca lo había vivido, ni nunca me lo habían enseñado.

Primeros desengaños con la práctica

Comienzo a practicar la medicina como especialista y voy conociendo el ejercicio de esta profesión en la capital de mi país. En los primeros días de mi ejercicio profesional un médico amigo me refiere un paciente con un derrame pericárdico y que había que puncionarlo para sacarle el líquido, (el pericardio es la membrana que envuelve el corazón). Este procedimiento se realizó sin problemas y cuando me pagan mis honorarios, el dueño de la clínica me quería quitar el 30 por ciento, por “trámites de cobro”, porque yo no era del staff de esa clínica.

Comienzo a enterarme de  que muchos de nosotros referíamos a hacer exámenes de laboratorio a los pacientes, en laboratorios específicos porque estos retornaban al médico  una comisión de un 20% o 30%. Lo mismo sucedía con las imágenes, enviando a nuestros pacientes a realizarse radiografías a sitios específicos simplemente porque recibían una jugosa comisión, sin importar la calidad de la imagen o el diagnóstico confiable del estudio, realizado por un médico entrenado y capaz y todo esto en detrimento de la salud del  paciente. La vergüenza iba in crescendo.

Engaños y abusos de la práctica especializada

Con el transcurso del tiempo y el ejercicio  de la profesión he notado, que cada vez indicamos más estudios costosos y la mayoría de las veces innecesarios. El número de resonancias magnéticas  de la columna o el cerebro hechas por síntomas comunes de dolor de espalda o dolor de cabeza que han probado ser normales, es suficiente evidencia de que estos estudios se han conducido excesivamente.

De hecho, la resonancia magnética de la columna ilumina los cambios normales degenerativos mejor que nunca y conlleva a reportes de “anormalidades” que no existen  y a cirugías de la columna innecesarias. Lo mismo sucede con muchas cirugías artroscópicas o no, de la rodilla que hubieran tenido la misma evolución si se hubiera aplicado tratamiento médico. También sucede que se operan pacientes de Bypass aortocoronario de manera innecesaria, cuando la evolución con cirugía es la misma si se hubiera realizado con tratamiento médico.

A veces los pacientes se asombran cuando de inicio en la oficina me enseñan un Duplex de las extremidades inferiores o una angiotomografía de la arteria aorta y yo les digo que luego de que converse y los examine, yo veré sus estudios. Yo soy un médico tachado a la antigua. Me enseñaron en una de las primeras materias de la carrera de medicina, Semiología Médica (como interrogar y examinar al paciente), que el 70% de los diagnósticos se hacían con una buena historia clínica y un examen físico y el resto se completaba con la ayuda de laboratorios, imágenes y estudios más especializados.

Referimientos por conveniencia económica

En ocasiones aparecen gastroenterólogos que les exigen a cirujanos generales una comisión de sus honorarios a cambio de una base de referimientos numerosa, de manera que el cirujano pueda obtener una gran cantidad de ingresos económicos. Ese médico no está refiriendo sus pacientes al cirujano que él considera de muy buena capacidad, bien entrenado y que va a salvaguardar la vida de sus pacientes. Él lo está refiriendo al cirujano que le garantiza un retorno económico. Lo mismo sucede en la relación entre cirujanos cardiovasculares y cardiólogos.

Decía el Dr René Favaloro, en la Argentina,  Padre de la cirugía del Bypass aortocoronario,  en su carta de despedida antes  de suicidarse de un disparo  al corazón. En negritas:

“¡Lo que tendría que narrar de las innumerables entrevistas con los sindicalistas de turno!

Manga de corruptos que viven a costa de los obreros y coimean fundamentalmente con el dinero de las obras sociales que corresponde a la atención médica.

Lo mismo ocurre con el Pami. Esto lo pueden certificar los médicos de mi país que para sobrevivir deben aceptar participar del sistema implementado a lo largo y ancho de todo el país.

Valga un solo ejemplo: el Pami tiene una vieja deuda con nosotros, (creo desde el año 94 o 95) de 1.900.000 pesos; la hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos aceptado los retornos que se nos pedían (como es lógico no a mí directamente).

Si hubiéramos aceptado las condiciones imperantes por la corrupción del sistema (que se ha ido incrementando en estos últimos años) deberíamos tener 100 camas más. No daríamos abasto para atender toda la demanda.

Los mismo ocurre con los pacientes privados (incluyendo los de la medicina prepaga) el médico que envía a estos pacientes por el famoso ana-ana , sabe, espera, recibir una jugosa participación del cirujano.

La corrupción ha alcanzado niveles que nunca pensé presenciar. Instituciones de prestigio como el Instituto Cardiovascular Buenos Aires, con excelentes profesionales médicos, envían empleados bien entrenados que visitan a los médicos cardiólogos en sus consultorios. Allí les explican en detalles los mecanismos del retorno y los porcentajes que recibirán no solamente por la cirugía, los métodos de diagnóstico no invasivo (Holter echo, camara y etc., etc.) los cateterismos, las angioplastias, etc. etc., están incluidos”

Deshumanización de la medicina: vergonzoso y vergonzante

Este tipo de deshumanización de la medicina, sin ningún apego a la ética por parte nuestra, y para mayor crudeza de engañar a nuestros pacientes, anteponiendo nuestros intereses económicos por encima de los intereses de ellos mismos, se ha extendido en todo nuestro país y ha sido para mí en todo el verdadero sentido de la palabra vergonzoso y vergonzante.

Cuando un paciente llega a nuestra oficina viene muy preocupado y al mismo tiempo desarmado: primero porque no sabe lo que tiene y segundo, se está entregando totalmente en nuestras manos porque quiere que le resolvamos su problema, tiene un desconocimiento total de lo que está sufriendo o de su enfermedad, quiere que lo sanemos y nosotros simplemente los engañamos.

Para finalizar, la mayoría de los dominicanos estamos de acuerdo de que nuestra sociedad está corrompida hasta los tuétanos y esto, aseverado por las cifras del Foro Económico Mundial de Davos Suiza, Entonces si es así, la clase médica vive en una burbuja aislada de su sociedad corrupta? Definitivamente, NO, es la respuesta.

En el país que siempre tomamos como referencia, los Estados Unidos de Norteamérica, se pueden hacer todas estas tropelías, pero si te atrapan te maltratan y te aplican la ley. Allá existen ciertas leyes como la ley de Stark en contra de los autoreferimientos, las leyes que protegen el Medicare y Medicaid y la ley anti-comisiones clandestinas (Anti kickback law), que si las violan tanto el corruptor como el corrompido, pierden la licencia, los multan y lo mandan hasta cinco años de cárcel. Aquí que yo sepa, no las hay.

Dígame amable lector, si no hay motivos suficientes para avergonzarme de mi profesión.

Julio C. Barnett

Primera promoción de la escuela de Medicina de la UNPHU 1973

ECFMG 203-539-2