Alvarez Guedes

MIAMI. Cuando uno ve que gente como Guillermo Álvarez Guedes también muere, se da cuenta que la famosa inmortalidad del cangrejo es una «mierda», para usar una de las palabras favoritas del hombre que puso a reír y a pensar a varias generaciones de cubanos y latinoamericanos.



El humorista cubano, cuyo arte trascendió a varios países de América Latina, falleció el martes a los 86 años de edad en su segunda patria chica, como el solía llamar a Miami.

Cubanazo hasta el tuétano, patentizó dos palabras que simbolizan la cubanidad en su expresión más pura: el «¡Ño!» y el «Comemierda».



La primera es la forma en que el cubano expresa el diapasón de estados de ánimo que van desde la frustración hasta el asombro. La segunda escapa a todo encasillamiento de la Real Academia de la Lengua Española, que la define como «palabra de lenguaje vulgar para calificar a una persona despreciable».

Craso error el de la RAE, pues según GAE, en las muchas veces que tuvo que explicar el término, un «comemierda es muchas cosas: un tonto, un ingenuo, un poco estúpido, un poco engreído y arrogante. Comemierda es todas esas cosas juntas».

«No existen las malas palabras, existen las palabras que son malas según quien las diga», explicaba cada vez que le sacaban el tema. «Si comparas las cosas que yo digo con cualquier libro premiado por los viejitos de la Academia Sueca, lo mío se puede decir en Semana Santa en una iglesia».

Álvarez Guedes se puede considerar el padre del «stand up» cubano, el arte de la «comedia de pie» donde el comediante, a diferencia del teatro tradicional, interactúa con el público.

A los cinco años ya actuaba en el teatro de su pueblo. De adolescente se ganaba la vida en circos ambulantes y su anécdota preferida era la de su puja contra un mono tuerto para robarle un pan con timba (bocadito de guayaba y queso).

Guillermo Álvarez Guedes había nacido en 1927 en Unión de Reyes, en la provincia cubana de Matanzas, donde empezó su carrera como actor hasta llegar a la radio a finales de la década de 1940.

Pionero de la televisión cubana, partió al exilio a fines de 1960, junto con su esposa y dos hijas, y tras «vivir del cuento» en Puerto Rico, Nueva York y España, se instaló definitivamente en Miami, en 1980, donde encontró amplio caldo de cultivo para su repertorio.

En Cuba ha sido invitado clandestino a toda fiesta privada, ya sea en antiguos discos de vinilo, casetes, CDs o en el más moderno iPhone. Él y Celia Cruz son los artistas del exilio más pirateados por sus compatriotas de la isla.

Autor de 32 discos y seis libros de humor, director y productor de varias películas, fue también un exitoso productor musical, a través de su casa discográfica Gema.

Grabó a agrupaciones famosas como el Gran Combo de Puerto Rico y la orquesta Rumbavana de Cuba, y artistas de la talla de Bebo Valdés, Rolando Laserie, Elena Burke, Chico O’Farril, Celeste Mendoza, Fernando Álvarez y Guillermo Portabales, entre otros.

Hay artistas que nunca harán mutis por el foro. Guillermo Álvarez Guedes seguirá en las candilejas de la memoria repitiendo una frase que repetía a menudo en el programa radial que por 15 años alegró los mediodías del sur de la Florida: «que ría el que tenga gana».

AFP