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Los chismes de famosos son por mucho uno de los productos mediáticos con mayor éxito. Al parecer entre más amarillista y desastroza sea la historia el público exige más información morbosa. pero ¿de dónde viene esa pasión por las desgracias de otros? ¿todo es culpa de estos medios amarillistas? para la segunda pregunta la respuesta sería no. Ya en el siglo XVIII, el filósofo Edmund Burke sugería que los espectadores de una obra serían capaces de perder interés y salir del teatro si escucharan que afuera están a punto de ejecutar a un criminal. Burke aseguraba que todas las personas tienen un grado de satisfacción por las situaciones amarillistas.



Para responder el por qué el tabloide sensacionalista encargó un estudio a la psicóloga Katie Boucher quien encontró que efectivamente lo que hacía más atractiva a la prensa sensacionalista es que ponen en evidencia los problemas de las celebridades.

En el estudio, se examinaron 10 semanas de la revista, y para cada historia se calificó el estatus de una persona protagonista, y se tomaron en cuenta qué tantas desgracias le habían ocurrido (divorcio, escándalos, aumento de peso, problemas de salud, etc.) Mientras peor era el estatus de la persona, más atractiva resultaba su historia para los demás, lo que explica el éxito indudable de este tipo de publicaciones, cuenta Richard H. Smith en Discover Magazine.



Uno de los casos más conocidos es el de Martha Stewart, famosa empresaria estadounidense, quien tomó fama y fortuna gracias a su show de televisión y artículos sobre estilo de vida y cocina. Ella pasó de ser admirada a ser delincuente cuando cometió un fraude bursátil conocido como “insider trading”, que quiere decir usar información privilegiada para hacer una transacción bursátil.

Después, su carrera y su imagen fue fuertemente atacada por los medios, en donde se publicaban fotografías de ella luciendo poco atractiva y portadas de revistas y periódicos en donde aparecía tras las rejas. Ante esto, ella decidió dar una entrevistas  a Jeffrey Toobin, analista legal del periódico The New Yorker, en su casa de Connecticut. En la entrevista, ella se mostró perfecta,  el propio Toobin quedó asombrado de su amabilidad y estilo de vida.

Después de la entrevista quedó claro que Martha Stewart pagó un alto precio por su perfección, que fue despertar la envidia de mucha gente, incluyendo a aquellos que eran sus fans y, por lo tanto, el fraude aumentó las ganas de sus enemigos para hablar mal de ella.

Otro ejemplo es lo que sucedió con Kennedy cuando “metió la pata” al decidir la invasión de Estados Unidos a Cuba, en un momento en que su popularidad no era muy buena.

En un estudio realizado a mediados de los años 60 por Elliot Aronson y su equipo de trabajo, descubrió que Kenndy era impopular por su imagen de perfección y figura impecable y que, probablemente, una equivocación de esta magnitud hizo que a la gente le empezara a agradar más.

En otro experimento, se pidió a varios participantes escuchar una cinta de audio en la que se escuchaba como otro estudiante actuaba muy bien o mal en una prueba de futbol americano escolar. Tras la actuación, en algunos casos, los participantes escucharon al estudiante derramar una taza de café. Por lo general, se podría pensar que el comportamiento torpe reduciría el atractivo del personaje que se escuchaba. Pero, de acuerdo con las intuiciones de los investigadores, el estudiante con rendimiento superior, en realidad se hizo más atractivo y agradable después de haber hecho el derrame. Mientras el desempeño promedio fue percibido como menos atractivo, describe Smith en el extracto de su libro The joy of pain: Schadenfreude and the Dark Side of Human Nature retomado en Discover Magazine.

Hay una lección obvia en esto para Stewart y las demás celebridades que la industria del espectáculo se esfuerza en mostrar como modelos perfectos a seguir. Por mucho que la gente pueda admirar los conocimientos de otras personas, cuando se trata de algo que realmente les gusta, demasiada competencia se convierte en una desventaja. Smith asegura en su obra retomada en Discover Magazine

«Podemos seleccionar a la persona altamente capaz de ser nuestro neurocirujano o un abogado, pero evitamos su compañía para el almuerzo. Un toque de debilidad y vulnerabilidad muestra un largo camino tener más ventaja frente a los efectos negativos de la superioridad».


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