OAKWOOD BEACH. Un año después del devastador paso del huracán Sandy, el barrio de Oakwood Beach, en Staten Island (sur de Nueva York), comienza a ser demolido para devolver las tierras a la Madre Naturaleza, luego de que la mayoría de sus vecinos aceptase vender sus propiedades al estado y mudarse.

Sandy en Nueva York



Fox Beach Avenue, una callecita rodeada de pantanos y no lejos del mar, es el foco del proyecto piloto para rediseñar el litoral y evitar tragedias como la del 29 de octubre de 2012, cuando Sandy arrasó la costa este de Estados Unidos dejando miles de millones de dólares en pérdidas y 44 personas muertas solo en Nueva York.

De pie en la puerta de su casa del número 187, Joe Tirone, de 56 años y miembro del Comité de Adquisición de Oakwood Beach, observa como trabajadores de la compañía de gas desmantelan la conexión de la vivienda vecina a la suya, abandonada desde el paso del huracán, con vistas a su demolición.



«Esta es la primera en ser demolida. Creo que es sólo para mostrar que esto está pasando realmente», cuenta a la AFP Tirone, un agente inmobiliario divorciado y padre de tres hijas, en una plácida tarde soleada de otoño en la que un desastre como Sandy parece sólo posible en una película apocalíptica.

Tirone alquilaba su casa a unos inquilinos que fueron evacuados antes del huracán y que al regresar encontraron la propiedad arruinada. Tres personas murieron en Fox Beach Avenue como consecuencia de Sandy.

Joe Tirone, que no tenía seguro contra inundaciones, empezó a averiguar qué ayudas podía recibir y fue así que se enteró del programa del gobernador Andrew Cuomo para comprar terrenos a un precio atractivo en ciertas zonas costeras y devolver a la Madre Naturaleza «parcelas que le pertenecen».

«Quieren que esta área actúe como una zona tapón para proteger el interior de la isla. Lo que hicieron entonces fue agregar el concepto del 10% más sobre el valor previo a la tormenta. Eso hizo que la gente participase. Cuando le dimos nuestra lista al gobernador, había 135 sobre 185 propiedades. Después, cuando se hizo el anuncio del 10% más, el número subió a 184», explica Tirone.

Una de las condiciones de las autoridades es que la mayoría de los beneficiados sean personas que vivían en el barrio y no inversores inmobiliarios.

«Hay muy pocos alquileres, la gente ha vivido aquí durante décadas», dice en ese sentido Tirone, quien afirma haber utilizado sus conocimientos en temas inmobiliarios para guiar a la comunidad en un proceso complicado y muchas veces doloroso.

En el sitio internet del comité pueden verse copias de las conmovedoras cartas enviadas a Cuomo, como la de Angela Montalto, quien perdió a su padre Leonard y ha vivido en Oakwood Beach toda su vida.

«Volver al barrio luego de Sandy es algo que nunca olvidaré. Ver el daño que ha causado es algo que quedará conmigo para siempre. Perder a un padre y nuestra casa de un tirón es algo que no le deseo a nadie», escribe esta joven.

En total, unos 300 propietarios recibieron la propuesta de compra y cerca de 298 respondieron de manera afirmativa, según la oficina del gobernador, lo que representa un porcentaje de participación de más del 99%.

El alcalde de la ciudad Michael Bloomberg también lanzó un programa de adquisición, aunque de menor alcance, y el pasado 10 de octubre anunció la primera compra en otro barrio del sur de Staten Island, Tottenville.

Otros se aferran a lo suyo y aún esperan

Pero no todos quieren mudarse, ni todos reciben ofertas tan atractivas, y Sandy sigue visible en mucha partes de Staten Island, esta isla habitada por unas 470.000 personas que es uno de los cinco distritos de Nueva York y se encuentra unida a Manhattan por un ferry gratuito.

En Midland Avenue, no muy lejos de Oakwood Beach, el terreno donde se levantaba la casa de Aiman Youssef está ocupado desde hace meses por una gran tienda de campaña y es la sede de un centro de ayuda creado por este hombre poco después del huracán.

Youssef, un sirio de 43 años que llegó a Estados Unidos a los 18, no sólo perdió su vivienda, donde vivía junto a su madre y su sobrino, sino también el negocio de electrónica que funcionaba en ella, y desde hace diez meses se aloja en un hotel cercano pagado con fondos gubernamentales.

«No tenía seguro. No tengo cómo pagar los trabajos de ingeniería. Reconstruir mi casa cuesta unos 300.000 dólares», cuenta Youssef a la AFP sentado en su «oficina» en la tienda de campaña llena de productos no perecederos y ropa, muchos de ellos aportados por la ONG local Project Hospitality.

Youssef, que espera mudarse a fin de mes a un apartamento cuyo alquiler también será financiado por el gobierno federal, se muestra muy crítico con las autoridades, a las que acusa de haber fallado a la hora de ayudar a los vecinos de este humilde barrio a reconstruir sus viviendas.

«¿Por qué no nos ayudan? No nos dicen. Quieren que nos vayamos del barrio», denuncia, asegurando que completó hace tiempo los formularios del programa «Reconstruir» («Build it back») de la alcaldía de Nueva York.

Muchas de las historias de la gente que entra en la tienda para buscar productos o comer un plato de comida caliente se parecen a la de Aiman: uno perdió su casa y vive en el garage, otro tuvo que cerrar su almacén.

En la calle, las humildes casas de madera tienen un cartel rojo en sus puertas: «¡NOS QUEDAMOS!», se puede leer.