Mujeres_al_poder

 

¿Son competitivas y agresivas las mujeres? La respuesta es sí. Y no porque lo diga algún hombre que está rodeado de mujeres, ni porque la mayoría de las propias mujeres lo admitan.

La doctora Tracy Vaillancourt, psicóloga en la Universidad de Ottawa, ha investigado este comportamiento y llegado a la conclusión de que sí, somos competitivas y agresivas entre nosotras. Aunque para muchas personas esta revelación no es nueva y otras puedan sentirse ofendidas.



Según Vaillancourt, cuando una mujer se siente amenazada por otra, no duda en adoptar una actitud de hostilidad. Las mujeres atractivas desde un punto de vista evolutivo (femeninas, de piel clara, con pechos grandes y de figura proporcionada) son las principales amenazas o rivales, por dejar a las demás mujeres en desventaja a la hora de buscar un hombre para reproducirnos. Así nace el papel de la mujer “mala y cruel”, según la doctora. Cuanto más atractiva es una mujer joven, más posibilidades tiene de ser agredida por otras mujeres que la perciban como rival.

En la antigüedad existían grupos poligínicos en los que un macho dominante acaparaba a varias hembras. Muchos hombres se veían obligados a usar la fuerza y luchar con otros hombres para no quedarse solos. Sin embargo, pese a que en teoría las mujeres tenían asegurada la reproducción gracias ese macho dominante, no se conformaban con ser trofeos pasivos para los machos victoriosos, y también tenían sus propios incentivos para competir entre las demás mujeres para conseguir mayor atención o más recursos para sus hijos, por ejemplo.



Este comportamiento está arraigado en el pasado evolutivo de los seres humanos y parece haber quedado bien calado en el repertorio de comportamientos femeninos hasta el día de hoy.

Por lo general suelen ser agresiones indirectas de un bajo coste para la agresora. Preferimos arreglar los conflictos empleando otras técnicas más sutiles, como hablar a las espaldas o la exclusión social, acciones que no nos causarán daños físicos, pues nuestro rol como criadoras nos lo impide, cuenta Vaillancourt.

En el pasado, estas técnicas eran muy efectivas contra las mujeres, pues dependían las unas de las otras para criar a sus hijos, y sentirse excluidas y rechazadas por el grupo ponían en peligro sus probabilidades de supervivencia y las de sus hijos.

Pero esta actitud agresiva se da principalmente entre adolescentes y jóvenes. Las mujeres más adultas, una vez se han casado, tienen menos interés en perjudicar a sus rivales.

Si es que, al fin y al cabo, no dejamos de ser animales con los mismos instintos de supervivencia y reproducción que nuestros más lejanos antepasados.

Las mujeres también castigan mediante agresiones indirectas a las mujeres más “sexualmente disponibles”, dice Vaillancourt.

La mujer emplea el sexo como un recurso para conseguir lo que quiere del hombre y como una ventajosa herramienta de negociación. Así, este tipo de mujeres más promiscuas hacen que el valor del sexo baje, al ser un elemento más accesible para los hombres. De modo que, así, se ve que la supresión de la sexualidad femenina no se da necesariamente por los hombres, sino también por las propias mujeres.


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