Son «decenas» las inmigrantes dominicanas que ejercen la prostitución en el interior. Una ONG especializada estimó que muchas responden a las «maras» que buscan establecerse en la región, aunque varias lo rechazaron tajantemente.

Prostitutas



«Es un régimen de esclavitud moderna», definió Karina Núñez, coordinadora del grupo Visión Nocturna, una ONG que atiende desde 2007 a las trabajadoras sexuales del litoral y el norte uruguayo.

La mujer aseguró que el «desembarco» de las dominicanas se produjo bajo la tutela de las «maras», grupos mafiosos muy poderosos de Centroamérica y el Caribe. Además, señaló que el fenómeno comenzó en Montevideo, pero ahora se extendió a todo el interior del país.



Al respecto, Núñez mencionó que esas mujeres prefieren venir a Uruguay porque en menos de una semana consiguen la Cédula de Identidad y con el documento en la mano se mueven libremente por la región.

En Argentina, Brasil y Chile se exige visado para los ciudadanos de República Dominicana. Uruguay es el único país de la región que no la exige.

«Desde el área de Derechos Humanos del Ministerio de Relaciones Exteriores nos han advertido que Uruguay es un país propicio para que ellas consigan la tarjeta de libre entrada y puedan circular por los países miembros del Mercosur», agregó la activista.

Sin embargo, cuatro dominicanas consultadas por El País rechazaron tajantemente que sean explotadas por dominicanos o uruguayos, y menos aun por maras.

«Se comenta que hay gente que trae mujeres y las hace trabajar, pero no es verdad. Conozco más de 200 dominicanas; la que viene trabaja en lo que consigue», dijo Florentina Frías, quien tiene un pequeño almacén en Montevideo y antes ejerció la prostitución.

«La que trabaja lo hace en su propio beneficio; no conozco ningún caso (de explotación); si lo conociera lo diría», dijo (ver nota aparte).

Sol, una dominicana de mediana edad que ejerce la prostitución junto a otras dos dominicanas en un local nocturno del centro de Montevideo, también negó que trabajen para alguna persona u organización delictiva.

«Estoy acá por mi propia voluntad y por buscar un futuro mejor para mis hijos. El dinero no rinde en mi país», dijo Sol. Agregó que algunas mujeres trabajan en casas de familia, otras en empresas de limpieza y supermercados, y los hombres fundamentalmente en empresas de seguridad.

Dijo que el gran aumento de dominicanos que llegan a Uruguay se debe a que en su país se corrió la voz de que aquí «se hace buen dinero» y que muchos llegan desconociendo que la situación no es tan fácil, que «vivir aquí es caro», sobre todo para los sueldos que pagan las empresas de servicios. «Unos no tienen la suerte de otros», comentó.

Periplo.

Cada año, la ONG Visión Nocturna hace un relevamiento de las trabajadoras sexuales en el interior.

En ese periplo, este año Karina Núñez detectó que las dominicanas están presentes en gran parte del territorio.

«Recorrí ocho departamentos y en todos encontré un importante número de dominicanas. En Minas constaté dos negocios: uno con 31 y otro con 42 mujeres de esta nacionalidad», afirmó Núñez.

En Durazno, de 12 trabajadoras dominicanas, nueve son familiares. «Son una familia trabajando; las trajo un tío», dijo.

Sostuvo que muchas de las mujeres «aducen que comienzan trabajando en Uruguay en las calles de Montevideo, otras explicaron que llegaron desde Buenos Aires a Colonia y al volver a su país de origen les contaron que en Montevideo se trabajaba bien y que la policía las cuidaba; entonces muchas vinieron por eso», añadió.

Núñez indicó que las últimas «camadas» están compuestas por mujeres que vienen a trabajar como mucamas y terminan en la prostitución.

«Quienes llegaron hace seis años nos contaron que los últimos contingentes vienen formando parte de una red de tráfico y que las traen para ser explotadas», indicó Núñez.

Los proxenetas «les cobran una cantidad para devolverles sus pasaportes y hasta que no pagan no quedan liberadas y aun así, algunas siguen siendo sometidas como esclavas», denunció. (Producción: Eduardo Delgado)

Florentina: «Mi idea es quedarme»

«No tengo nada que esconder», dijo Florentina Frías, más conocida como «Fita» entre los dominicanos que residen en Montevideo. Muestra con orgullo su cédula uruguaya, que en el anverso indica que está tramitando su residencia.

5359ce7c2e36e«Fita» tiene 41 años y el pasado 31 de diciembre cumplió dos años en Uruguay. Es la propietaria de un pequeño almacén céntrico que abre las 24 horas. Relató que la estaba pasando muy mal en Dominicana y llegó al país con la intención de viajar a Argentina, pero no lo pudo hacer debido a que solicitan visado para ingresar.

«El país nuestro está mal, pero cuando vine aquí primero cuidé a un niño y no me daba el dinero». Luego averiguó si la prostitución era legal y comenzó a ejercerla en un local nocturno, vendió ropa y después puso el almacén.

«Mi idea es quedarme», dijo. Tiene un hijo de 20 años aquí y otros tres en su país. «Siempre y cuando sea legal y no tengamos que estar escondidos, si puedo traeré a los otros» porque en Uruguay «no me han cerrado la puerta por ser extranjera», comentó.

Vive junto a otras dominicanas en un apartamento de dos dormitorios. «Aquí la vida es muy cara, tenemos camas cuchetas y compartimos los gastos. No podemos darnos el lujo de pagar $ 8.000 cada una».

«Me gusta tu país, es tranquilo, gracias a Dios no me ha ido mal. Lo difícil es el frío, ya he pasado dos inviernos aquí, la diferencia del clima es muy grande», concluyó, informa elpais.com.uy, en su portal.

Decenas de dominicanos que viven en Montevideo se reúnen los domingos en la plazoleta ubicada en La Paz y Ejido, hablan de su país, de los problemas que afrontan en Uruguay y se pasan datos que puedan ayudar a superarlos.

Muchos viven en pensiones y una de las principales críticas que realizan es el costo y el estado de las mismas. Varios de ellos dijeron a El País que tras el crecimiento de la cantidad de dominicanos que llegaron a Montevideo, propietarios de pensiones subieron el precio de las habitaciones a los ciudadanos de ese país, además que en muchas de esos lugares las condiciones «no son buenas» y «las cucarachas son muchas».