BETHESDA.  Aricca Wallace sufrió durante tres años de dolores y sangrado irregular, pero su doctor le aseguró que eran los efectos secundarios de su DIU, ya que los resultados de la citología eran normales: la hipótesis del cáncer se descartó.

Cervical-Cancer



Pero se trataba efectivamente de un cáncer.

Cuando esta madre de dos niños finalmente, con 34 años, decidió sacarse el dispositivo intrauterino, luego de que el cáncer le fuera diagnosticado, la enfermedad ya se había propagado a su pecho y abdomen.



«Un especialista me dijo que la quimioterapia no podría eliminarlo», cuenta Aricca Wallace a la AFP. «Y que no me quedaba más de un año» de vida.

Era febrero de 2012. Unos meses más tarde, su médico le informó que se estaban realizando pruebas de inmunoterapia en pacientes derivados de los Institutos Nacionales de Salud en una clínica en las afueras de Washington.

Aricca Wallace decidió participar.

Los médicos comenzaron por eliminar uno de sus tumores y por recoger las células inmunitarias específicas, los linfocitos T, que lo rodeaban, que desempeñan un papel clave atacando al virus del papiloma humano (VPH).

El VPH es una enfermedad de transmisión sexual que la mayoría de los adultos adquieren en algún momento de su vida. Si bien el VPH suele ser inofensivo, algunas cepas agresivas pueden producir verrugas genitales o incluso conducir al cáncer de cuello uterino, de ano, de cabeza, de cuello o de garganta.

Un 70% de los casos de cáncer de cuello uterino, también conocido como cáncer cervical, son causados por las cepas 16 y 18 del virus del papiloma humano.

Aricca Wallace se sometió a una primera semana de quimioterapia en fuertes dosis para desactivar su sistema inmunológico. Luego, los investigadores le hicieron una infusión de 100.000 millones de sus propias células T, cultivadas en el laboratorio a partir de las tomadas en el tumor.

A continuación, ella debía administrarse dos dosis de aldesleukina, un agente que ayuda a desarrollar las células inmunes pero puede causar importantes efectos secundarios como hemorragias, vómitos, presión arterial baja, fiebre o infecciones.

«Tuve la peor fiebre de mi vida», recuerda.

– «Un verdadero milagro» –

Pero el resultado fue impresionante: sus tumores se redujeron considerablemente y, al cabo de cuatro meses, desaparecieron por completo.

El 29 de mayo, Aricca Wallace volvió a la misma clínica para realizarse nuevos escáneres, que no mostraron ningún rastro de la enfermedad, 22 meses después de comenzar el tratamiento.

«Es un verdadero milagro», dice la mujer, que actualmente tiene 37 años.

Wallace es la primera persona diagnosticada con cáncer del cuello del útero para la que funcionó esta nueva terapia.

Una segunda estadounidense vio también desaparecer completamente su cáncer uterino metastásico tras este tratamiento y no mostró signos de la enfermedad un año después.

Pero son dos de las nueve pacientes que participaron en el ensayo clínico. Una tercera respondió de la misma forma durante un corto período, pero luego el cáncer reapareció.

«Con sólo nueve pacientes, no podemos decir con certeza hasta qué punto funciona este tratamiento», explica Christian Hinrichs, del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos (NCI, en inglés).

«Todo lo que sabemos es que puede funcionar», agrega el investigador, que presentó el estudio el lunes en la conferencia anual de la Sociedad Estadounidense de Oncología Clínica (ASCO, en inglés) en Chicago.

La inmunoterapia es un nuevo enfoque considerado prometedor, que ya ha dado muestras de ser exitoso especialmente contra el melanoma, el cáncer más agresivo de piel.

Según un estudio publicado a finales de 2103, 40% de las personas diagnosticadas con melanoma metastásico que han seguido un tratamiento de inmunoterapia no muestran signos de la enfermedad siete años después.

Sin embargo, esta técnica está aún lejos de ser generalizada y los investigadores deben determinar por qué funciona en algunos casos y no en otros.

El cáncer de cuello uterino afecta cada año a 530.000 mujeres en todo el mundo y causa la muerte de más de 270.000, la mayoría en países en desarrollo, según la Organización Mundial de la Salud.