Para casi toda la opinión pública occidental el conflicto palestino-israelí tiene tantas complejidades históricas, religiosas y geopolíticas que resulta agotador entenderlo a profundidad. La búsqueda de modelos simplistas para explicarlo resulta irresistible. Pero estos suelen ser ambiguos, imprecisos y funcionales a las corporaciones mediáticas que, a fuerza de repetición de medias verdades, terminan imponiendo una manera «oficial» de mirar el problema.

El eje comunicacional se centra de modo excluyente en la confrontación entre el terrorismo palestino y la necesidad de Israel de preservar su seguridad. La selección de la información destaca que los palestinos, que no reconocen al Estado de Israel, recurren obstinada e injustificadamente al terrorismo, lo que obliga a los judíos a defender a sus ciudadanos. Como el ejército israelí es muy superior, la reacción causa muchas más bajas entre los palestinos, que luego se quejan ante la comunidad internacional. Es un razonamiento tan simple que cualquiera puede entenderlo. Solo que es mortíferamente falso.



Esta manera de presentar el conflicto enaniza su verdadera causa: la ocupación militar del territorio palestino por parte de Israel desde hace casi medio siglo y la sistemática política de exterminio contra su pueblo. Cada episodio de estos enfrentamientos arranca un nuevo pedazo al derecho palestino de existir. Las acciones infames van desde el cerco de ciudades, la demolición de viviendas y la humillación de la población civil hasta la destrucción de su economía, la usurpación del agua y la construcción del oprobioso muro de separación racial.

Ese muro de la vergüenza —seis veces más largo que el de Berlín— fue increíblemente construido por los hijos y nietos de los sobrevivientes de los guetos y los campos de concentración del nazismo europeo. Lo que queda de Palestina está fragmentado, aislado y empobrecido. Todo esto no justifica el lanzamiento de cohetes contra Israel, pero coloca las cosas en otro contexto.



Antes de que los fanáticos me acusen de antisemitismo, quiero advertir sobre dos cosas más. Primero, en Gaza la proporción de muertos suele ser el de un israelí por cada cien palestinos. Esta vez la disparidad se acerca al doble y la población palestina civil está siendo atacada por tierra, mar y aire. Y, segundo, mientras Israel cuente con el apoyo irrestricto de Estados Unidos y el silencio de Europa, le importa muy poco lo que piense la comunidad internacional. Israel no cumple ni las resoluciones de las Naciones Unidas ni las sentencias de los tribunales internacionales. La ocupación criminal del territorio de Gaza ocurre con una total impunidad.

Como ha señalado Noam Chomsky, alguna vez el mundo se avergonzará de esto. Mientras tanto, sería bueno que no nos engatusen con tanto simplismo.

Por Alfredo Boccia para ultimahora.com