No hace mucho tiempo reseñábamos el triste incidente de dos padres de nacionalidad polaca y apellido Mackowiak que caían al vacío en un acantilado de la costa portuguesa mientras intentaban tomar un selfie espectacular. Alejados del peligro, sus dos hijos pequeños observaron en pánico la caída de sus progenitores.

Por una foto



Justo hace un año, en octubre de 2013, la enorme roca de Preikestolen (El Púlpito), uno de los sitios naturales de mayor atracción turística en Noruega, se hizo tema de conversación a partir de la muerte de Diego García Calleja, un turista español de 26 años, quien cayera de lo más alto de esa formación rocosa.

«Es algo que contábamos con que iba a pasar algún día”, expresó a la prensa un exfuncionario del Ministerio de Turismo local, según un reporte del diario español El Mundo.



Pues esta semana esa enorme faralla visitada por 200.000 personas al año y desde la cual se divisan los fiordos característicos de la región, ha vuelto a ser noticia cuando Fried Sirevag, uno de los tantos fotógrafos que visitan el sitio, se espantó al descubrir a través de su lente que los padres de un bebé lo habían colocado literalmente al borde del abismo.

A 2.000 pies de altura por encima de aquel largo y estrecho fiordo, la imagen del bebé acercándose al borde del acantilado alarmó a no pocos espectadores.

«Dejaron que el bebé gateara cerca del borde e incluso dieron unos pasos atrás para intentar hacerle una mejor foto a su bebé con Preikestolen en el fondo», declaró Sirevag a The Norway Local.

«Fue espeluznante –continuó-. El bebé podría haber caído en cualquier dirección. Creo que fue muy irresponsable.

Si bien resulta mucho más alarmante cuando se implica la ingenuidad de un menor de edad, cierto es que no son pocos quienes acometen el excitante riesgo de acercarse al vacío en la roca de Preikestolen.

De acuerdo con The Norway Local, Preben Falck, Gerente General de Stavanger Turistforening (Asociación de Turismo de Stavanger), instó a los visitantes a tener cuidado al acercarse a Preikestolen.

«He traído a mis hijos pero los he mantenido a una distancia segura, lejos del borde. Todos los padres son diferentes, pero no me gustaría ver a mis hijos en esa situación», recalcó.

Según este directivo, de nada serviría colocar vallas a partir de cierto perímetro, pues estas serían cruzadas por los visitantes. De igual manera, Falck considera que colocar carteles de advertencia para los padres sobre el peligro para sus hijos no resolvería nada. Todo eso, argumentó, “sería estropear la experiencia” de visitar el acantilado.

Fuente noticias.yahoo.com