Por Cándida Figuereo

La compensación adicional que ofrece el empleador al trabajador cuando le entrega un bono en efectivo para que disfrute la temporada festiva que se lleva a cabo en diciembre de cada año o en otros asuntos, produce un regocijo que muchas veces resulta inolvidable.



Dinero

Ese bono puede ser otorgado por empresas públicas o privadas que generan ganancias, en gratitud al fruto recibido gracias a que sus empleados se fajan como titanes para hacerlas crecer.



El empleado usualmente le debe a las “siete vírgenes” porque el sueldo se diluye antes de cobrar en gastos de alimentación a la familia, pago de casa, de agua, energía eléctrica y enfermedad, entre otros. El termómetro de esta situación nadie la conoce mejor que los prestamistas.

Sin embargo, se dice que todo obra para bien porque no faltan quienes se extasían en el recuerdo para revivir momentos añorados.

Personas que vieron a empleados vivir esos momentos felicidad lo recuerdan y lo cuentan con seriedad como si lamentaran que el pasado no pueda convertirse en presente.

Ocurrió en el Banco Agrícola cuando fungía como administrador el humilde y no menos inteligente actual Ministro de Agricultura, Ángel Francisco Estévez Bourdierd, oriundo de la comunidad el Guanal, de la provincia Santiago Rodríguez.

Cuentan que los empleados del aludido Banco recibieron bonos equivalentes a tres salarios y la alegría fue desbordante, al extremo que en la actualidad se recuerda con gozo y a la vez con nostalgia porque pertenece al pasado.

Personas que estuvieron allí afirman que los empleados lloraron la partida del señor Estévez del Banco Agrícola porque era un buen jefe, justo y valoraba al personal en su justa medida.

Un periodista versado en la fuente agrícola dijo que Estévez no solo hizo lo antes dicho, sino que también mejoró el salario del personal del Banco durante su mandato.

En instituciones de otro ramo han hecho lo mismo en cuanto al bono que hace feliz a los trabajadores, lo que ha sido generosamente aplaudido por este segmento usualmente mal valorado y peor pagado aunque sea un buen servidor iletrado o titulado de las prestigiosas universidades Autónoma de Santo Domingo (UASD) o de la Sorbona, de París.

Ojalá que el bono que hace feliz se instituya por siempre para bien de quienes resultan más asfixiados por el costo de la vida; y felicidades para los caballeros y las damas que como Estévez en el ejercicio de su función ensalzan la fuerza motriz del sistema: LOS EMPLEADOS.