Santo Domingo.Angustia, llanto y gran pesar es todo lo que queda entre los padres y familiares de los cinco jóvenes que el pasado sábado murieron calcinados en un accidente en la autopista las Américas, quienes salieron de un aguinaldo en Cristo Rey a darse un chapuzón en Boca Chica, alrededor de las 3:00 de la madrugada.

Familiares



Entre estos figuran Juan Abel Suero y Samanta Jiménez, ambos de 22 años; Carmen Leticia Pineda y Esterlín García Núñez, de 23 años, respectivamente, quienes hacían vida en las calles 39 e Higüey del populoso sector de la parte norte de la Capital.

Jonás Alejandro Paulino, único sobreviviente, de 22 años, mantiene un pronóstico reservado en la unidad de Quemados del hospital Luis Eduardo Aybar.



Estos se accidentaron al chocar con una mata de coco el microbús Daihatsu Hijet placa L148418, en que viajaban, que funcionaba con gas licuado de petróleo, y al quedar atrapados murieron quemados a eso de las 4:00 a.m.

Todos fueron definidos como personas de estudio y trabajo, que soñaban con sacar de la pobreza a sus familiares.

Sueños truncos

Sus parientes lloraban y remembraban ayer entre sollozos los sueños y promesas truncas de sus descendientes, al tiempo que pedían prudencia a la nueva generación, ya que los jóvenes, sin experiencia, se dejaron llevar de sus emociones y el éxtasis que probablemente les generó la ingesta de alcohol y decidieron irse sin avisarles a hacer un “viaje sin regreso”.

“Mamá desde que yo monte mi taller tú vas a dejar de trabajar…”, le decía Juan Abel Suero Paulino a su abuela y madre de crianza Trinidad Suero.

Este laboraba en un taller de aire acondicionado tras especializarse como técnico y salir del bachillerato.

“Me estoy cayendo muerta, era muy bueno… y me ayudaba”, manifestó Trinidad, una humilde mujer dedicada a limpiar oficinas.

Abel le pidió recientemente que fueran a las tiendas de la avenida Duarte a comprarle la ropa de Navidad a su hermanito, el cual vive por igual con su abuela.

Finalizaba idiomas

Samanta Jiménez, en cambio, estaba cursando las últimas materias de idiomas en la Universidad Técnologica de Santiago (Utesa) .

“Ella tenía una gran seguridad en sí misma, me decía: quiero ser grande para ayudar a mi mamá”, recordó con la voz angustiada Gladys Hernández, abuela de la joven.

Su padre, psicólogo y profesor, Paulino Jiménez Abreu, abogó entre lágrimas porque se regule el uso del gas licuado de petróleo en Vehículos.

Leticia Pineda, de 23 años, que laboraba en una banca, completaba los documentos para ingresar a la universidad , dejó una niña de tres años en la orfandad.

Reportaje elaborado por el periódico El Día