Para algunos que la conocieron de cerca, su mayor logro fue tener una vida relativamente normal, algo muy complicado siendo la única hija del magnate Conrad Hilton y la actriz Zsa Zsa Gabor. Pese a los privilegios y a la presión del nombre y la posición, Francesca Hilton mantuvo siempre un sentido del equilibrio ejemplar, según la gente de su entorno, una mujer que acabó riéndose de sus propias miserias, de la clase de suerte altanera que le deparó el destino.

Se describía a sí misma como la heredera original de un imperio masivo, el de los hoteles familiares con sede en 78 países del mundo, una mujer inteligente, lista y “ancha”, bastante menos conocida que su sobrina, Paris Hilton, de la que se mofaba en público sin ningún reparo. Un infarto acabó con su vida en la ciudad de Los Ángeles. Tenía 67 años.



Desde el principio, la biografía de esta mujer tuvo tintes enciclopédicos, persona de alta alcurnia desde la cuna. Su padre, nacido en San Antonio en diciembre de 1887, era el fundador de un imperio que Francesca vio crecer de forma exponencial pero del que acabó disfrutando muy poco. Tras la muerte del magnate, su herencia fueron unos simbólicos 100.000 dólares de una fortuna valorada en 200 millones, una suerte de humillación que peleó en tribunales.

No tuvo suerte en esa gestión tampoco, aunque se lo tomó con deportividad. “No puedes vivir en el pasado. Ésa fue su decisión”, dijo en su momento.



Tampoco con su madre tenía una relación fluida, una actriz de cierto peso en Hollywood a la que no veía desde hacía varios años por un enfrentamiento con su noveno marido, Frederic Von Anhalt, con el que además mantenía un contencioso en tribunales.

Tanto Gabor como Von Anhalt demandaron a Hilton por haber falsificado la firma de su madre para obtener un préstamo de dos millones de dólares contra la propiedad de Bel-Air, en la que todavía reside la actriz a sus 91 años. Al final, se archivó el caso por falta de pruebas contra Hilton, pero la relación nunca terminó de enderezarse.

En cuanto a su vida profesional, la única hija de Conrad Hilton se dedicó a varios oficios, entre ellos el de fotógrafa y actriz, probando suerte en una película junto a Jack Nicholson en 1971, ‘Un lugar seguro’, sin que el intento trascendiera.

En sus últimos años, se dedicaba a la comedia, actuando en lugares como el Comedy Store de Sunset Boulevard, donde se mofaba de sus padres y de su popular sobrina. “Me llamó el otro día y me dijo: ‘¿Francesca, me puedes recoger? Estoy demasiado borracha para conducir’. Y yo le dije: ‘Chica, te recogería, pero estoy demasiada borracha para conducir yo misma’”. Su estrategia fue tomarse las cosas con mucho sentido del humor. Hasta que murió.


Fuente: https://hermososymalditos.com