Toda actuación tiene un límite cuando se trata de la vida de seres humanos, principalmente de todos aquéllos anidados en el trecho de la vulnerabilidad por razones de pobreza en todos los sentidos, lo que supone que siempre se asuma de manera propia el dicho hoy por ti y mañana por mí ignorado por quienes no se quitan la venda cuando deben hacerlo.

Irrita, y no es para menos, que el peso de la justicia algunas veces sea tan banal que permita que una incongruencia quede exenta de la mayor condena para que haga recapacitar a quien la comete y a todo el que lo intente.



De ahí que se pasó de la raya el juez suplente actuante en el caso de un acusado en falsificación, etiquetado ilegal y comercialización de medicamentos.

Fue oportuna la reacción de indignación de la ministra de Salud Pública, Altagracia Guzmán Marcelino, ante el delito criminal minimizado con la variación de la medida de coerción.



¿Tan poco importa la vida de los seres humanos para que se variara a esa decisión? ¡Qué pena! Estamos en manos de “Lutero”.

Consuela, si es que debe consolar, que la Procuraduría General de la República como órgano de máxima autoridad dentro del Ministerio Público tome la medida de lugar.

El procurador fue gráfico al señalar que se trata de “un delito tan grave como la tentativa de homicidio, pues estamos hablando de adulterar, falsificar o distribuir medicamentos vencidos, que son adquiridos por pacientes con enfermedades terminales, con padecimientos de presión arterial, diabetes, deficiencias cardíacas, y que confían en que los mismos surtirán los resultados esperados”.

Se supone que quien tomó esa alegre decisión debe estar ya destituido de sus funciones, porque a quien no le importa la vida humana no le importa nada.

Es hora de que se entierre el dejar pasar, de que se relaje con la vida. No me imagino que PALABRA se puede utilizar con una cosa que cree que es una persona y daña a sus semejantes con falsificación y etiqueta ilegal envolturas en la venta de medicamentos.

¿Le daría ese sujeto esos medicamentos a sus familiares cercanos o lo usaría para consumo propio? Tanto quien delinque como quienes aplican condenas se deben autocriticar y no hacer a los demás lo que no harían para ellos.

En fin, en este caso, se pasó de la raya.

Por Cándida Figuereo