haitianosSao Paolo. Bajo un sol abrasador, decenas de haitianos se pasean impacientemente por el patio de la iglesia católica Nuestra Señora de la Paz. Apenas asoma un posible empleador, se produce un alboroto y todos se empujan entre sí tratando de llamar la atención del contratista.

“¿Cuánta gente necesita”, le preguntan. “Necesito trabaja. ¿Qué quiere que le haga”, gritan al unísono. No importa lo que responda el contratista, siempre hay alguien que dice “¡yo puedo hacer eso!”. En Brasil no hay tanto trabajo como esperaban los haitianos cuando decidieron aprovechar las facilidades que les dio el país y produjeron la ola migratoria más grande que registra la nación desde la Segunda Guerra Mundial. Algunos legisladores han pedido que se busque la forma de ayudarlos.



“Ver tanta gente que busca trabajo, ansiosa por trabajar, genera tensiones”, afirmó el reverendo Paolo Parise, que dirige los esfuerzos de la parroquia por ayudar a los inmigrantes y a otros sectores pobres recién llegados.

La recuperación de Haití luego del devastador terremoto de magnitud 7 que destruyó la capital Puerto Príncipe en el 2010 es lenta y numerosos haitianos se fueron a buscar fortuna afuera, en particular a Estados Unidos y la República Dominicana. Pero Brasil, con la economía más grande de América Latina, resultó también un sitio atractivo.



Brasil puede conceder una cantidad ilimitada de visas humanitarias a los haitianos. Estadísticas del Consejo Nacional de Migraciones indican que más de 52,000 haitianos han inmigrado desde el 2012 y desplazaron a los portugueses como la fuerza laboral obrera extranjera más numerosa de la nación.

“Ningún otro país les abrió las puertas como lo hizo Brasil”, afirmó Duval Magalhaes, demógrafo de la Pontificia Universidad Católica del estado de Minas Gerais que ha investigado la inmigración haitiana.

Wooldeens Turenne, de 23 años, se ganaba la vida como enlace de misioneros que ayudaban a las víctimas del terremoto en Haití. Pero con el correr del tiempo, el trabajo comenzó a escasear y el año pasado Turenne decidió que había llegado la hora de partir. A pesar de que habla bien inglés, Estados Unidos no era una opción por su restrictiva política inmigratoria. Se fue entonces a Panamá y luego a Ecuador, donde sacó una visa para ingresar a Brasil. Y llegó a Sao Paulo.

Lugares de trabajo

Se puede encontrar trabajo en la construcción, la agricultura y en fábricas, pero los sueldos apenas alcanzan para cubrir el alto costo de la vida en Brasil y no dan para que puedan enviar dinero a sus familias en Haití. Los contratistas saben lo desesperados que están los haitianos y generalmente les pagan entre 300 y 400 dólares por mes, apenas por encima del sueldo mínimo.
“Si saben que eres un inmigrante, no te pagan lo que deberían y te dan mucho trabajo”, afirmó Turenne. “Esto es mejor que Haití, sí, pero no es posible vivir bien”.

Compañías fueron rechazadas

Dos de tres compañías interesadas en contratar inmigrantes a través de la parroquia de Parise, fueron rechazadas porque no cumplían con las leyes laborales o porque sus obras no satisfacen los parámetros legales.

Activistas que ayudan a los haitianos dicen que esa comunidad enfrenta una discriminación racial y que muchos no entienden el portugués. Intentan sobrevivir con trabajos esporádicos, mal pagados, casi siempre compartiendo habitaciones con otros en los barrios más pobres de las afueras de Sao Paulo.

Fuente: El caribe.