Santo Domingo. A propósito del fallo de No ha lugar emitido a favor del senador Félix Bautista por el juez Alejandro Moscoso Segarra, la Red de Centros Sociales Jesuitas informan que se unen al clamor nacional que exige que la justicia no se vea manipulada por estrategias político partidarias que buscan encubrir el enriquecimiento ilícito y la asociación de malhechores con el último propósito de esquilmar el erario público y justificar el lavado de activos.

Felix Bautista



La corrupción atenta directamente contra el uso eficiente y justo de recursos para superar la pobreza y la desigualdad social que tanto afecta a miles de dominicanos y dominicanas. La apropiación indebida de fondos públicos para uso clientelar y enriquecimiento personal sencillamente borra cualquier otro esfuerzo de construir políticas sociales inclusivas. Con actos de impunidad perpetrados por los máximos dirigentes del partido en el poder todo acto estatal queda contaminado de clientelismo. Queremos pedir a nuestros hermanos políticos en el poder que piensen sobre ello en estos días de Semana Santa. Desde la perspectiva evangélica, robar es un acto inmoral grave, gravedad que se hace más profunda, injusta y dañina cuando los fondos usurpados deberían estar orientados a la protección social de la población más pobre y vulnerable, sin distinción de credo ni de simpatía partidaria.

El Centro Bonó, Cefasa, Solidaridad Fronteriza ven con honda preocupación la tendencia de los actores políticos dominantes a trastocar los mecanismos de control y las normas de contraloría y fiscalización así como la administración de justicia con el propósito de asegurarse impunidad y protección. Si los actos de corrupción no son sancionados ejemplarmente por la justicia la democracia se corroe y la libertad y los derechos fundamentales de la ciudadanía se erosionan, abriéndose el paso hacia la tiranía. Hacemos nuestras las palabras de los obispos en su último mensaje a la nación con motivo del 27 de febrero de 2015:



Más que institucionalización para el bien común, el Estado se convierte entonces en fuente de inequidad a través de la corrupción, que se utiliza no sólo para el enriquecimiento personal, sino como una plataforma de financiamiento de la actividad política. De no castigarse ejemplarmente los casos de corrupción en el Estado, no se podrá esperar de la mayoría de la población un uso honesto de los bienes públicos ni una actitud de colaboración en beneficio de la convivencia ciudadana. (n. 39).

Los centros sociales se unen al amplio reclamo popular que exige que los jueces provenientes de partidos políticos sean sustituidos por jueces de carrera judicial para que estos asuman de manera efectiva la gobernanza del sistema de justicia dominicano. Desafortunadamente, la ciudadanía tiene algo más que la mera impresión de que en estos momentos el sistema de justicia dominicano está secuestrado. Más de la mitad de los integrantes del Consejo Nacional de la Magistratura ha estado controlado por una tendencia dentro del PLD que se cree predestinada a dirigir el país, y cuyos actos pueden afectar la gobernanza y la gobernabilidad del país. No habrá justicia sin el nombramiento de jueces imparciales por lo que se hace imperativa la renovación de la justicia.

El movimiento social ciudadano está abocado, por lo que resta del año, a unir sus esfuerzos para demandar el adecentamiento del sistema de justicia, especialmente la reestructuración de las Altas Cortes. En estos momentos este es el reclamo que mejor velará por el bien común; las llamadas hipócritas al perdón cuando no se quiere cambiar y echar la culpa a los demás no tienen consistencia teológica ni moral. “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se les dará por añadidura” (Mt 6, 33). También el perdón se les dará; pero después de haber restituido todo lo que se ha robado, como hizo Zaqueo (Lc 19, 1-10).