“Hasta que apunte el día y huyan las sombras, me iré al monte de la mirra, y al collado del incienso.Toda tú eres hermosa, amiga mía. Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa; miel y leche hay debajo de tu lengua; y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano”.

BIBLIA1



La cita anterior no se trata de alguna novela romántica, sino que es nada menos un párrafo del libro Cantares de Salomón, que relata el encendido amor entre el famoso rey israelita y una princesa sulamita.

Y es que alrededor de la Biblia se ha tejido un mito respecto de las relaciones humanas, centrado en las prohibiciones que dicta en materia sexual. Sin embargo, y según destila una lectura más profunda de las Sagradas Escrituras, los hombres fuimos creados como seres sexuados y por lo tanto tenemos la libertad para disfrutar del placer sexual.



De esta forma se entiende que según el relato bíblico, el disfrute sexual es una especie de regalo divino, y que por lo tanto el sexo como tal no es un pecado, sino que está avalado nada menos que por el Creador.

Aunque cabe mencionar que las Escrituras aclaran que el disfrute sexual está dado sólo para las parejas casadas, a lo que se agrega el relato de la creación donde señala que Dios creó sólo dos géneros: “varón y hembra”, destacando que “he aquí que era bueno en gran manera”.

Más adelante, cuando une en matrimonio a la primera pareja, Dios les señala explícitamente que deben llegar a ser “una sola carne” (Génesis 2:24). De esta forma todo matrimonio puede disfrutar de intimidad sexual estando unidos además de un fuerte vínculo emocional, y de esta forma echa por tierra el mito de que el sexo es algo pecaminoso.

Incluso, la Biblia en Proverbios describe así el placer que el matrimonio concede al esposo: “Regocíjate con la esposa de tu juventud (…) deja que su amor y sus caricias te hagan siempre feliz”.

Incluso, en las cartas paulinas, Dios mismo expresa el deseo de que si bien deben mantenerse fieles para con sus parejas, deben prodigarse placer mutuamente. “El esposo debe tener relaciones sexuales sólo con su esposa, y la esposa debe tenerlas sólo con su esposo. Ni él ni ella son dueños de su propio cuerpo, sino que son el uno para el otro”, señala la primera carta a los Corintios.

De aquí se desprende que, según la tradición cristiana, Dios ha dejado claro que solo las parejas casadas pueden tener relaciones sexuales. Por eso en Hebreos advierte señalando: “que el matrimonio sea honorable entre todos, y el lecho conyugal sea sin contaminación, porque Dios juzgará a los fornicadores y a los adúlteros”.

Y es que para el cristianismo, la fidelidad en el matrimonio es un rasgo importante y obligatorio. Y para que haya fidelidad, debe existir amor, pero no en cualquier término, sino según la propia escritura lo describe.

Corintios 13 indica que “el amor es muy paciente y amable, nunca es celoso o envidioso, nunca es jactancioso u orgulloso, no es descortés, no es interesado, no se irrita, no piensa mal, no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera.”

El sexo acompañado de este amor, es prácticamente el ideal que Dios estableció tanto para el hombre como para la mujer, y de esta forma conseguir que ambos disfruten de forma responsable y seria de la sexualidad y del placer.

De ahí que el romance descrito en Cantar de los Cantares sea tan explícito: “Bésame una y otra vez, porque tu amor es más dulce que el vino (…) El Rey yace en su lecho, encantado con la fragancia de mi perfume. Mi amado es un saquito de mirra entre mis pechos”

Y aún más, agrega: “son tus labios un panal, amada mía; de tu lengua brotan leche y miel. (…) El paraíso de tus pechos es un huerto de manzanos (…) Ya estoy dentro de mi jardín, amada mía; y encuentro en él bálsamo y mirra. Allí pruebo la miel de mi panal, y bebo vino y leche”.

Las prohibiciones del sexo bíblico
Una vez analizado el lado positivo del sexo, es preciso mencionar las prohibiciones que el texto sagrado establece al respecto. Y es que si bien el placer sexual -según la creencia bíblica- fue instituido por Dios, hay ciertos márgenes a respetar.

Se trata de al menos tres puntos, pese a que hay algunos otros, en donde el sexo pasa a ser pecado, por estar fuera del plan original del Creador.

Aquí es donde aparecen las polémicas, sobre todo en una sociedad que poco a poco ha ido aceptando ciertas prácticas que en el pasado no eran toleradas y que estaban confinadas al secretismo más absoluto.

Adulterio y fornicación:
Se trata fundamentalmente de dos tipos de relaciones que, obviamente, se practican fuera del matrimonio.

El primero, adulterio, tiene que ver cuando uno de los cónyuges mantiene relaciones sexuales con quien no es su pareja.

Mientras que lo segundo, es tener sexo cuando la pareja aún no se ha unido en matrimonio.

Homosexualidad:

Si bien la Biblia no detalla el origen de esta práctica, o si es voluntario o no el impulso u origen del deseo por el mismo sexo, es enfática en condenarla por ser antinatura, y contravenir parte del plan original de “fructificar y llenar la tierra”.

“No se dejen engañar. Ustedes bien saben que los que hacen lo malo no participarán en el reino de Dios. Me refiero a los que tienen relaciones sexuales prohibidas, a los que adoran a los ídolos, a los que son infieles en el matrimonio, a los afeminados, a los hombres que tienen relaciones sexuales con otros hombres, a los ladrones, a los que siempre quieren más de lo que tienen, a los borrachos, a los que hablan mal de los demás, y a los tramposos. Ninguno de ellos participará del reino de Dios”, señala Corintios.

Pornografía y masturbación:
Ver pornografía no es un pecado explícito dentro de las Sagradas Escrituras, no obstante se advierte de los malos pensamientos y el apetito sexual que se despierta al tener una mente “sucia”.

“Si un hombre mira a otra mujer con el deseo de tener relaciones sexuales con ella, ya fue infiel en su corazón”, asegura el evangelio según Mateo, citando al mismo Jesús.
La masturbación, en tanto, es condenada claramente en el Génesis, cuando uno de los hijos de Judá, Onán, por no querer fecundar a la viuda de su hermano “vertía en tierra”, es decir, practicaba el coito interrumpido.

“Y desagradó en ojos de Jehová lo que hacía, y a él también le quitó la vida”, señala el Génesis. De ahí que tanto el coito interrumpido como la masturbación sean tomados como pecado delante de Dios. Y también de aquí se desprende el origen del “onanismo”, término que la RAE acuñó como sinónimo de masturbación.

Fuente: BioBioChile