La Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), el ente rector del fútbol mundial, es el gobierno más poderoso que existe ya que aglomera en torno a su organización a 209 países y a más de 300 millones de jugadores/as, entrenadores/as, árbitros y preparadores físicos. La sede central de la poderosa FIFA se encuentra  en Zúrich (Suiza) y desde  un moderno edificio más de 400  profesionales de 40 nacionalidades diferentes rigen y organizan el fútbol mundial.

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Su presidente es  Joseph Blatter, nacional de Suiza. Blatter tiene casi  cuarenta años trabajando en la FIFA. Comenzó como Director Técnico en el año 1975, luego se convirtió en  Secretario General y, desde el año 1998, ostenta la presidencia. En el año 2006, en ocasión el Secretario General de la ONU, Koffi Annan, revelaba su envidia como el más alto funcionario del sistema universal, frente al papel que tenía el Presidente de la FIFA. En ese artículo, afirmaba que la FIFA tenía más miembros que la ONU, que permitían medir públicamente el desempeño de los equipos y como consecuencia, el Presidente de FIFA tenía mucho más poder que el Secretario General de ONU.

La FIFA es una entidad privada, no regida por los gobiernos y que agrupa a las federaciones nacionales. De tal forma que, ¿debe ser algo tan global e importante como un torneo deportivo, que paraliza países enteros en cada juego, estar en manos privadas? O al menos, ¿no deberían supervisarse los millonarios fondos que manejan? O simplemente, ¿un penalti es inapelable? Alguien diría, no con poca razón, que no metieran a los gobiernos en la Copa de la FIFA, porque sin duda iría peor.



Se burocratizaría aún más, se multiplicarían los gastos y no necesariamente sería más justo. Sin embargo, en defensa del derecho internacional y de la diplomacia como un todo, unas reglas supervisadas por el derecho internacional en representación de la comunidad internacional, podrían generar mayor transparencia y confianza a un evento que con los años ha venido siendo manchado por esa falta de transparencia y graves casos de corrupción, como los planteados por las nuevas sedes escogidas para los mundiales.

No se propone que la FIFA se integre a uno de los comités existentes en la ONU, pero sí una mayor transparencia en representación de los millones de millones de personas que cada cuatro años dejan el corazón frente a un televisor, por una bandera o un escudo de una selección de un país, no de un club o una empresa privada.

La FIFA ha sido una fuente constante de escándalos de corrupción, sobornos y tejemanejes antes y durante los 17 años de mandato de Sepp Blatter. Jérome Champagne, uno de los principales rivales y críticos de Blatter, sitúa el origen de la corrupción en 1996, dos años antes de la llegada de Blatter al organismo deportivo. A partir de este años aumentaron de forma considerable los derechos de televisión razón por la cual la FIFA cedió la explotación de estos activos a la compañía de marketing ISL, creada por el ya fallecido Horst Dassler, fundador de Adidas.

ISL creó una ingente red de tráfico de influencias alimentada por una política de sobornos sistemática. Fue a BBC y uno de sus brillantes periodistas, Andrew Jennings, que destapó el escándalo en 2006. A raíz del trabajo periodístico, dimitieron tres miembros del Comité Ejecutivo: Joao Havelange (ex presidente), Ricardo Teixeira y Nicolás Leoz. ISL quebró y durante todo el proceso de liquidación emergieron todo tipo de sobornos y mordidas a cuenta de los contratos televisivos.

Los escándalos de la FIFA han salpicado los cinco continentes. Así, por ejemplo, en noviembre pasado, el presidente de la Federación de Fútbol en Nepal dimitió después de ser acusado de embolsarse más de cinco millones de dólares de fondos del fútbol. Y en la última Copa del Mundo la FIFA también ha sido acusada, junto con algunos de sus socios corporativos, de despojar de fondos y beneficios al país anfitrión y dejar a los estadios inhabilitados para grandes acontecimientos internacionales. El Pernambuco, estadio de Recife, incluido dentro de los más de 10.000 millones de dólares invertidos por Brasil en la Copa del Mundo, se utiliza ahora para bodas, eventos corporativos o cumpleaños.

En otras ocasiones la táctica de Blatter ha consistido en colocar la basura debajo de la alfombra de la entrada de casa. Así cuando Jack Warner, poderoso miembro de la FIFA de Trinidad y Tóbago, dimitió en 2011 por un escándalo de sobornos, Blatter se limitó a frenar cualquier nueva investigación.

La FIFA jamás se molestó, de otro lado, por investigar al árbitro Ibrahim Chaibou que arbitró varios partidos amañados antes y después de la Copa del Mundo de 2010.

Y posiblemente la gota que colmó el vaso fue la dimisión el pasado mes de diciembre de Michael J. García, director de cuestiones éticas de la FIFA, que acusó al organismo de llevar a cabo una investigación muy tibia sobre la polémica selección de las candidaturas de Rusia y Qatar para los Mundiales de fútbol de 2018 y 2022. Ambos procesos estuvieron empañados por los sobornos y la compra de votos. En diciembre de 2012 dimitió Mohammed Hammam, ex presidente de la Confederación Asiática de la FIFA por pagar unos cuatro millones de dólares a representantes del fútbol africano por asegurar las designaciones de Rusia y Qatar.

Las últimas palabras de Michael J. García al dimitir en diciembre fueron acusar a la FIFA de falta de transparencia, ética y liderazgo.

Por Daniel Merchán,  @Daniel_Merchan en Twitter.