«Este mismo teléfono hace unos años no paraba de sonar. Hoy no llama nadie. Ya ni salgo de casa. Sólo los lunes para ver a mi médico, la única persona con la que hablo cara a cara. Ahora podría ser muy rico, pero fui gilipollas«.

En su piso de Aluche nos recibe enérgico y sonriente Paco Lucena. Muchos le consideran el mejor representante que ha dado este país. Más de 60 artistas de renombre internacional estuvieron a su amparo: Sabina, Luis Eduardo Aute, Javier Krahe, Los Rodríguez, Loquillo… pero todos se fueron. Al igual que el dinero. Millones de pesetas que se desvanecieron como el humo.



paco lucena

Su habitación, lúgubre, es su santuario. De las tres bombillas que cuelgan en el techo, dos las tiene desenroscadas. «No quiero gastar mucho, cobro únicamente 426 euros del Estado… así es difícil vivir». Cada mañana amanece entre esas cuatro paredes donde se pasa la mayor parte del día navegando por Internet o leyendo. En sus muros, varios poemas escritos a bolígrafo entre las decenas de fotografías que afilan su memoria. Bajo su retrato junto a Fidel Castro, en el salón, comienza a relatar su historia. Su canción protesta:



«Soy muy clarito, no tengo nada que esconder», advierte. Nacido en Tánger hace 62 años, pasó siete meses en la cárcel por ser miembro de las Juventudes del Partido Comunista en 1976. Republicano y marxista-leninista, sus ideales siguen intactos casi cuatro décadas después.

Su relación con su cliente más exclusivo, Joaquín Sabina, le dio los mejores años de su vida y mucho dinero. También un divorcio. Y una bancarrota. Al lado del de Úbeda pasó 24 años y, aunque ahora su vínculo sea inexistente, le sigue escuchando todos los días.

Mánager y cantautor conocieron «todos los hoteles y más de una casa de citas» por España y Latinoamérica. Mucho más de 500 noches: «En todo ese tiempo nos acostamos con más de 2.000 mujeres. Siempre se nos acercaban dos chicas. La que no se iba con Joaquín se venía conmigo».

Añade que la cocaína también fue una fiel acompañante en aquellos días. «Él tomaba demasiado, yo disimulaba gracias a un canutito con un algodón por dentro. Me metía mucho menos de lo que parecía. Pero sí, he tomado coca con políticos, alcaldes…».

Detallista nostálgico, recuerda cada uno de los momentos que vivió junto a Sabina, al que conoció en 1978, antes de que saltara a la fama en la Mandrágora. «Joaquín estaba con su guitarra en un bar vacío donde sólo estábamos yo y el dueño. A él no le importaba tocar únicamente para mí. Me impresionó desde aquél primer momento».

Así se forjó una alianza cuyo punto y final se escribió en junio del 2000, en una llamada con funesta misiva: «Paco, voy a decirte una cosa y cuando acabe te colgaré el teléfono. Estás despedido«. «Y colgó», recuerda Lucena. «Aquél acto fue muy poco honesto. Es lo más facha que puede haber. Siempre ha sido un cobarde».

Para el que relata, Joaquín Sabina jamás ha sido «rojo ni de izquierdas». Considera que el cantante es un «falso» cuyos únicos ideales son «el dinero, el dinero y el dinero»… «Un día me dijo, ‘si pierdo el norte vete a la plaza de Las Ventas y me pones una pancarta que ponga el Norte’. Pero ya no lo he hecho porque no somos amigos». Y es que, no sólo le profesa amor al jienense. También retales de rencor.

El mánager relata que perdió casi todo su dinero intentando reanimar la carrera musical de Sabina. En la gira del disco 19 días y 500 noches, pocos querían contratar al cantautor debido a sus problemas de salud. «Palmé más de 70 millones de pesetas invirtiendo en él, y antes de recuperarlo me despidió. Yo se lo di todo a Joaquín y él me dejó en la ruina». Este diario, tras haber intentado hablar con el artista a través de su actual representante para conocer su punto de vista, no halló respuesta.

En 2002, ya sin relación, el letrista escribía La canción más hermosa del mundo: «Me libré de los tontos por ciento, del cuento del business», cantaba en una estrofa. «Sí, eso es por mí», reconoce Lucena, que considera, pese al palo, que es un gran tema. «Me reí cuando lo escuché y fundé una empresa llamada Tontos por ciento management».

Pero Sabina es pasado y el representante quiere pasar página. Aunque sin amor le es difícil. Pese a llevar 10 años fuera del mercado sin mujeres ni amantes, reconoce que sólo rompió esa racha de amor sin apetito durante dos meses.

«Una fanática» se coló en su casa con el fin de llegar al cantante gracias a él. «Tenía 20 años y estaba muy buena. Directamente me violó. No se quería ir de mi casa. Le expliqué mil veces que yo ya no tenía nada que ver con él, pero no me hacía caso. Después me denunció«.

Este hombre, en pro del libertinaje, asume haber sido en multitud de ocasiones infiel, como el resto de los hombres. «Quien diga lo contrario miente. De pequeño, mis padres se pensaban que yo era homosexual… y mira como he salido. Las mujeres me gustan demasiado. Mi esposa me echó con razón porque la engañé todo el tiempo. Aunque jamás estuve enamorado ni de ella ni de ninguna otra. Los acuarios somos así de egoístas».

A Lucena le encantaría reconciliarse con sus dos hijas, con quien ya no tiene relación. Para su aflicción, no ve manera de enmendar sus errores del pasado. «Una vez mi hija mayor, cuando se iba al colegio a las 8 de la mañana, me vio llegar de casa un poco perjudicado. Y esas cosas se quedan en la memoria de los niños».

De naturaleza nerviosa, admite que no consigue desconectar ni siquiera una hora al día. Y es que el insomnio que le acompaña cada noche. «Tengo que dormir con pastillas, pero apenas siento el efecto», dice el mánager, reconociendo que cada día conversa consigo mismo: «Es lo que tiene la soledad. Me hablo en francés y me contesto en español».

Fuente:Elmundo.es