Por Cándida Figuereo

Todo apunta a que  en la población dominicana  prevalecen  núcleos  de “personas” que no logran superar el salvajismo, lo que ponen de manifiesto con acciones despreciables  que rayan la indignación,



Lo anterior  a propósito de uno de los más recientes actos  de barbarie, esta vez contra el piloto de la aeronave que se estrelló sobre una vivienda  en el sector de Maquiteria, en Santo Domingo Este, a quien le sustrajeron la pistola,  su celular, un anillo, su cartera y el par de tenis que calzaba.

En lugar de brindarle protección al piloto ante su inesperada situación, los salteadores privilegiaron despojarlo de sus pertenencias  con lo que develaron  el tipo de ratas que son.



Piloto

Este tipo de ataque raya en la indignación y es penoso que rufianes  con este tipo de mancha sean parte del pueblo dominicano que en su mayoría procura el buen vivir y obtener lo propio en buena lid, sin caer en la denigración.

Este tipo de delincuencia no es una novedad y se devela en puntos oscuros en distintos sectores donde usualmente el “pretexto” es la pobreza, lo que carece de valía tanto si sus acciones se desarrollan  en lugares donde prevalezca la pobreza o la opulencia.

Se recuerda que en diciembre último el informe del Observatorio de Seguridad Ciudadana (OSC-RD),  que coordina el Ministerio de Interior y Policía, sacó a la luz que en el transcurso del año pasado se hicieron 7,878 denuncias de robo.

Además  en los últimos seis meses del año pasado, conforme informara a la prensa el entonces jefe policial Pedro Castro Castillo, se apresaron 40,342 personas por asuntos criminales, de los cuales 22,000 fueron por robos y atracos, al tiempo de criticar que “sin embargo muchos de ellos salen con gran facilidad de las cárceles.”

Ante ese referente la pregunta obligada es, ¿Dónde está la debilidad? La etapa del salvajismo se asume superada, pero quedan remanentes expresados en el accionar de malhechores  que persiguen lo fácil.

Es hora de poner un alto a todo tipo de vandalismo que persiga la intimidación de la población que gana lo que tiene con el sudor de su frente, fajada trabajando y no esperando que el maná le llegue de manera graciosa y sin esfuerzo alguno.

La pobreza –si ese fuere el pretexto para estas y otras fechorías- se supera fajándose a trabajar. Deben recordar estos sujetos el dicho que dice si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña.  Esto no quiere decir que se dedique a asaltar y a robar Todo se logra con esfuerzo, con acción, no sentado lamentándose.

Ya está bueno del disfraz de “monjes” en cuyas entrañas crece la maldad despiadada que da lugar a los encierros “espontáneos”  en hogares y establecimientos diversos porque no se sabe en qué momento les sorprendan o acaben con sus vidas para sustraerles usualmente nimiedades, o para grandes robos donde humildes y mal pagados vigilantes pierden la vida.

Se precisa poner fin a ese salvajismo que mantiene en zozobra a la población, lo que representa un reto para todos. Ya está bueno de estar acogotándonos.