Si algún dios planeara el apocalipsis por vía de cambio climático, tendría que enfrentar las objeciones de los representantes de sus fieles en la Tierra, pues obispos, imanes, monjes o rabinos llaman con vehemencia a proteger la Creación.

Las iniciativas se multiplicaron en vísperas de la conferencia de París sobre el clima (COP21) y se potencian con los de representantes de culturas tradicionales, de grupos sociales y de académicos que coinciden en que para salvar el planeta hace falta un cambio radical de las perspectivas que durante milenios rigieron las relaciones entre el hombre y su entorno.



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«Tenemos el desafío de repensar (…) nuestra relación con la Creación y la naturaleza (…). Al destruir el medio ambiente, la humanidad se destruye a sí misma», advertía en julio la Conferencia de Responsables de Culto de Francia (CRCF), una instancia que reúne a los líderes cristianos (católicos, protestantes y ortodoxos), judíos, musulmanes y budistas.

El Consejo de Iglesias Cristianas convocó para este jueves a una «celebración ecuménica por la salvaguarda de la Creación», en la catedral Notre-Dame de París.



La encíclica «ecológica» del papa Francisco, «Laudato si» (Alabado seas), publicada en junio, ya había dado nuevos bríos a una causa que parecía relegada a la esfera de las discusiones técnicas, científicas o geopolíticas.

En ella, el pontífice argentino llamaba a defender «nuestra casa común», amenazada por la «cultura del descarte», una noción que engloba «tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura».

Y el día de la apertura de la COP21, el 30 de noviembre, Jorge Bergoglio urgió a alcanzar un acuerdo, pues el mundo, advirtió, está «al borde del suicidio».

– Una sola Tierra –

Ese mensaje se declina de numerosas maneras, en clave religiosa o laica, con una conciencia aguda de que los hombres viven en una sola Tierra.

En agosto, líderes musulmanes de veinte países suscribieron en Estambul una «Declaración sobre el cambio climático», que no vacila en llamar «a los países ricos y a los productores de petróleo a reducir progresivamente sus emisiones de gases de efecto invernadero».

Y ese mismo mes, 400 rabinos estadounidenses divulgaron una «Carta rabínica sobre el cambio climático», que aboga por «una acción vigorosa para impedir el empeoramiento de los trastornos climáticos y en pos de una justicia eco-social».

Entre los stands de gobiernos, organizaciones internacionales, grandes empresas y ONG que ocupan los amplios espacios de la COP21 en Le Bourget, al norte de París, hay también ofertas espirituales, como la de Brahma Kumaris, un movimiento de inspiración hinduista, que afirma que la lucha contra el cambio climático pasa ante todo por volver a conectar a los seres humanos con su «interioridad».

Los representantes de pueblos indígenas, también presentes, traen igualmente un mensaje de armonía entre el ser humano y su entorno como alternativa a la destrucción acelerada de los recursos naturales.

– ¿Qué impacto? –

Queda por saber cuál será el impacto de esos mensajes en las sociedades occidentales, donde el peso de la religión ha disminuido considerablemente a lo largo de los siglos.

«Es difícil saberlo. Lo que yo retengo es que la Iglesia católica es una gran institución que tiene un discurso de verdad, un discurso que consiste en decir: ‘Señoras y señores, no nos sumerjan solamente con técnicas. Hay que cambiar la manera de ser'», dijo a la AFP Dominique Bourg, investigador de la Universidad de Lausana (Suiza), autor de numerosas obras de referencia sobre cuestiones ecológicas.

«Claro que ese es el mensaje tradicional de la Iglesia, pero esta vez tiene realmente razón y puede ser escuchada por mucha más gente que los católicos», dijo Bourg en una entrevista telefónica.

La encíclica «es un texto para orientar la acción de los cristianos a largo plazo, e incluso más allá de los cristianos», en tanto que «la lucha contra el cambio climático no hace más que empezar», añade.

«Laudato si» marca además una ruptura con una tradición del pensamiento europeo que el propio cristianismo contribuyó a forjar.

«El cristianismo (…) imaginó un Dios totalmente trascendente (…) y un hombre que se le parece, totalmente diferente del resto de la Creación», explica Bourg.

«Esa manera de concebir nuestra relación con el mundo no existe más que en Europa», y es precisamente la que será cuestionada por la ecología.