Estados Unidos y Cuba anunciaron este jueves un entendimiento para restablecer el servicio aéreo regular entre los dos países después de medio siglo, al cumplirse precisamente un año del inicio de su histórica reaproximación diplomática.

El acuerdo habría sido alcanzado en la tarde del miércoles, pero el anuncio fue formulado este jueves para que coincidiera con el primer aniversario de la jornada en que Washington y La Habana se quitaron los guantes para iniciar un diálogo hacia una recomposición de las relaciones bilaterales.



Avioneta

En una escueta nota oficial, el Departamento de Estado informó que delegaciones de los dos países «alcanzaron un arreglo bilateral para establecer servicios aéreos regulares», un paso de enorme importancia simbólica en la reaproximación.



De su lado, la embajada cubana en Washington informó que las partes «acordaron de forma preliminar el texto de un Memorando de Entendimiento para el establecimiento de los vuelos regulares», cuya adopción «se confirmará en los próximos días por ambos gobiernos».

Según el Departamento de Estado, este acuerdo permitirá «la continuidad de los actuales servicios de vuelos chárter y facilitará el aumento en los viajes autorizados» de ciudadanos estadounidenses hacia Cuba.

La legislación estadounidense vigente aún prohíbe los viajes de turismo a Cuba, pero abre la puerta al otorgamiento de licencias especiales cuyos criterios se han flexibilizado desde enero de este año.

A su vez, la parte cubana destacó este jueves que mediante el entendimiento alcanzado las aerolíneas de ambos países podrán concertar acuerdos de cooperación comercial, tales como códigos compartidos y contratos de arrendamiento de aeronaves entre ellas o con aerolíneas de terceros países».

Este acuerdo, señaló la embajada cubana, también refuerza el compromiso de los dos países de «proteger a la aviación civil contra actos de interferencia ilícita» y actuar en conformidad con «convenios internacionales relacionados con la seguridad de la aviación».

 Interés de alto vuelo 

Empresas aéreas estadounidenses ya manifestaron desde el inicio del proceso de acercamiento bilateral su interés en un acuerdo sobre vuelos regulares, atraídas por el enorme potencial de negocios.

«Estamos listos para ofrecer enlaces fijos tan pronto Estados Unidos y Cuba permitan los vuelos comerciales», dijo en agosto Art Torno, vicepresidente de American Airlines, empresa que opera 22 vuelos chárter semanales a Cuba desde Miami, Tampa y Los Angeles.

Las firmas JetBlue y United Airlines, que operan vuelos chárter desde Nueva York y Newark a Cuba, también están vivamente interesadas en un acuerdo de este tipo.

Hace exactamente un año, el 17 de diciembre de 2014, los presidentes Barack Obama y Raúl Castro sorprendieron al mundo al anunciar simultáneamente que sus gobiernos habían decidido poner punto final a medio siglo de enfrentamientos para iniciar un proceso de restablecimiento de relaciones diplomáticas.

Hasta ese momento y durante varios meses, representantes de los dos países habían mantenido conversaciones secretas con apoyo del Vaticano, pero luego de los anuncios las delegaciones pasaron a reunirse alternadamente en La Habana y Washington en encuentros formales.

Avances, con asignaturas pendientes

En julio pasado, Estados Unidos y Cuba reabrieron formalmente sus respectivas embajadas, y los dos países ahora están empeñados en el largo y difícil proceso de normalización completa de sus relaciones bilaterales.

Como parte de este proceso, los dos países establecieron comisiones temáticas que ya consiguieron importantes avances en temas puntuales, como criterios migratorios, servicios postales, cooperación científica y acciones antinarcóticos.

Sin embargo, en abril de este año, cuando los dos países ya estaban empeñados en un diálogo, Raúl Castro dijo en Panamá que la «normalización» completa de la relaciones sería un proceso mucho más largo y difícil.

En esa puja, Cuba exige el desmonte del embargo de medio siglo, el pago de compensaciones por los daños causados por esa política, y una discusión concreta sobre la devolución del territorio donde está instalada la base naval estadounidense de Guantánamo, en el sureste de la isla.

En contrapartida, Washington pide el pago de compensaciones por propiedades de estadounidenses expropiadas a principios de la década de 1960 y la implementación de reformas políticas en La Habana en dirección a una apertura democrática.