Latakia, Siria. En el escaparate de su tienda de la ciudad siria de Latakia, Ihab cambió las botellas de arak, una bebida alcohólica tradicional, por el vodka y hasta aprendió algunas palabras en ruso, como «spasiba» («gracias»), para acoger a los soldados enviados por Moscú.

Para los habitantes de esta ciudad del noroeste, la llegada de las fuerzas rusas en apoyo del régimen del presidente Bashar al Asad frente a los rebeldes es una ganga. Sobre todo porque hace más de cuatro años que la guerra ha arruinado la economía y expulsado a los turistas.



Vaso

«Antes había más demanda de whisky y de arak. Pero con la llegada de los rusos, es el vodka», cuenta Ihab, de 32 años, que regenta el comercio de su padre en este bastión del régimen dominado por la comunidad alauita, a la que pertenece el clan Asad.



Como muchos otros habitantes Ihab aprende algo de ruso para poder comunicarse con sus «nuevos amigos» y hacer que se «sientan a gusto».

«Es un auténtico maná financiero, nuestras ventas aumentaron más de 20% y no regatean», afirma. «Reciben un trato de favor, y de vez en cuando les hacemos regalos».

– Restaurante Rusia –

Desde hace décadas, Rusia y Siria mantienen relaciones privilegiadas en el ámbito económico, político y militar. La marina rusa dispone de una base militar en Tartús y varios oficiales del ejército sirio se formaron en Rusia.

Desde finales de septiembre, los aviones rusos despegan de la base militar de Hmeimim, cerca de Latakia, para los ataques aéreos.

De una pared de una tienda de uniformes militares cuelga una bandera rusa. Mohamed se alegra de la llegada de soldados, y de la subida de las ventas en un 70%. Según él, los soldados rusos se arrancan de las manos los retratos de Asad.

«Se han convertido en nuestros amigos, cuando pasan por aquí nos vienen a saludar», dice este vendedor de 26 años, que ha aprendido algunas palabras de ruso.

Haidar abrió en diciembre el restaurante «Russia» en Latakia, contrató a una profesora de ruso para formar a sus empleados y anda en busca de un cocinero especializado. En la entrada, la bandera rusa ondea al viento. Los menús están escritos en cirílico.

«Los rusos traen animación, de noche y de día», resume.

 ‘Spasiba’ 

«Spasiba, spasiba», dice Haidar a sus clientes cuando salen del restaurante.

Tanta atención irrita a un soldado del régimen sirio, que lo considera «exagerado». «Luchamos desde hace cinco años, y no he visto un restaurante llamado Sirio o Ejército Sirio», protesta.

Desde antes de la intervención militar de Rusia en esta guerra que ha causado más de 260.000 muertos los habitantes de Latakia ya estaban agradecidos por el apoyo político.

Tarek Shaabo, propietario de la cafetería «Moscú», abierta en 2012, no cobra a los rusos. «¡Vinieron para defendernos! Lo mínimo que se puede hacer es recibirlos en mi modesta cafetería».

Bautizó así su establecimiento «después del primer veto de Rusia» en el Consejo de Seguridad de la ONU en apoyo al régimen sirio.

«Antes de la intervención, había consejeros rusos, pero muy pocos. Ahora tenemos clientes rusos casi todos los días», afirma este treintañero. Enciende un cigarrillo con un mechero con logotipo del ejército ruso e insiste en enviar un mensaje al presidente ruso Vladimir Putin, al que los sirios llaman cariñosamente «Abú Alí».

«Diga a Abu Alí Putin que si viene a Latakia, tiene donde hospedarse : la cafetería Moscú es su casa».