Santo Domingo. Una campaña para exigir al presidente Barack Obama que lo retire, duras críticas de sectores religiosos, insultos: el embajador de Estados Unidos en República Dominicana enfrenta una tormenta por su orientación homosexual y mostrarse sin reparos con su esposo en una sociedad conservadora.

Antes de asumir el cargo a fines de 2013, James W. Brewster ya era blanco de cuestionamientos por un video que compartió en la cuenta de YouTube de la embajada, en el que anunciaba su arribo al país caribeño junto a Bob Satawake, con quien acababa de casarse.



James

Pero las expresiones de rechazo se intensificaron en las últimas semanas a raíz de una foto que escandalizó al episcopado católico y a la Iglesia evangélica. En la imagen, Brewster, un administrador de empresas de 55 años, y Satawake aparecían conversando en una escuela con unos 14 menores.



La Conferencia del Episcopado Dominicano (CED) exigió entonces al presidente del país, Danilo Medina, protestar ante la Casa Blanca por «extralimitación» de funciones y «violación a las leyes internas» por parte del diplomático.

La cancillería no respondió aún a ese emplazamiento, «un asunto delicado» para el gobierno, según admitió Roberto Rodríguez, portavoz de Medina, inmerso en una campaña por la reelección.

No nos mantendremos en el clóset

Tanto el CED como el Consejo Dominicano de la Unidad Evangélica acusan al embajador de promover las uniones gay aprovechando visitas escolares, y de forzar la apertura cultural hacia la homosexualidad.

«No hay rechazo a la persona, lo que se rechaza es que la persona pueda influir con una conducta negativa, como un delincuente de cualquier área», declaró a la AFP el sacerdote Carmelo Santana, secretario de la CED. «Sabemos que él aprovecha toda oportunidad para promover esa conducta», añadió.

Pero Brewster se defiende afirmando que «una persona nace siendo gay, uno no se vuelve gay». «Bob y yo no nos vamos a mantener en el clóset, porque estamos orgullosos de lo que somos», dijo recientemente.

Según comentó, en las escuelas que ha visitado junto a Satawake conversó con los alumnos sobre el modelo de Naciones Unidas, pobreza y educación.

Durante su gestión, Brewster ha respaldado las marchas por el orgullo gay e impulsó la formación en febrero de una Cámara de Comercio LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales) con fondos de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).

Su activismo no es nuevo. En el Partido Demócrata desarrollaba una agenda en favor de los derechos de los homosexuales, que proyectó su liderazgo.

Sin embargo, en Dominicana las cosas han sido a otro precio. Los evangélicos, con apoyo católico, promueven la recolección de firmas para pedir a Obama que retire a Brewster, a través de la página petitions.whitehouse.gov.

Pero aunque una encuesta de CIES Internacional muestra que 78,7% de los consultados rechaza que Brewster visite escuelas con su pareja, las firmas para solicitar su retiro apenas totalizaron 33.389 entre el 8 de marzo y el 5 de abril, frente a una meta de 100.000 fijada para este jueves.

Sociedad conservadora 

El activista LGBT Deivis Ventura sostiene que «lo que molesta a los grupos conservadores» es que «ha llegado un embajador estadounidense claro, que tiene algo: Poder», aunque anota que no hay una agenda común con Brewster.

Otras acciones de la pareja han desatado fuertes polémicas.

En junio de 2015, Satawake publicó en Facebook una foto en que se ve a la pareja divirtiéndose con otros 12 hombres. Luego, el periódico Diario Libre denunció que la embajada lo excluyó de un acto oficial por difundir la imagen.

Mientras, en noviembre pasado Brewster desafió a quienes se ofendían con sus críticas a la corrupción: «Que (…) nos devuelvan la visa», palabras que luego tildó de broma, pero que motivaron una respuesta con tintes de insulto.

«A ese señor que se meta en su embajada, y como esposa que es de un señor, que se ocupe de la casa», dijo el cardenal Nicolás de Jesús López, arzobispo de Santo Domingo.

Para el sociólogo y catedrático Cándido Mercedes, esta censura oculta la «inmensa hipocresía» de una sociedad «sumamente conservadora».

«Somos una de las sociedades de América Latina que más han ido creciendo en términos de conservadurismo», sostiene.