Las pérdidas causadas por las catástrofes naturales se elevan a 520.000 millones de dólares cada año, estimó este lunes el Banco Mundial en un nuevo informe que revisa ampliamente al alza los perjuicios que sufren los más pobres.

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Esas catástrofes «sumen en la pobreza a cerca de 26 millones de personas» anualmente según el informe «Reforzar la resistencia de los más pobres ante las catástrofes naturales», publicado durante la conferencia de la ONU sobre el clima en Marrakech (COP22).

La nueva evaluación de pérdidas del BM es superior en un 60% a los cálculos habituales de Naciones Unidas (300.000 millones de dólares).



Los autores del informe no solamente han calculado las pérdidas materiales (viviendas, infraestructuras, medios de transporte…) sino también la pérdida de «bienestar» que un desastre natural supone para los más desfavorecidos.

Ello incluye los gastos de alimentación, educación, salud, etc. que ya no pueden permitirse, porque lo han perdido todo o casi todo.

«Las pérdidas materiales estimadas durante las catástrofes no son un buen indicador porque no toman suficientemente en cuenta a los más pobres» explica Stéphane Hallegatte, que coordinó el informe.

Por ello el BM cree que si el planeta no sufriera catástrofes naturales durante un año, «más de 26 millones de personas escaparían a la pobreza».

A título de ejemplo, el economista cita el reciente huracán Matthew.

«Los daños fueron estimados en 2.000 millones en Haití y en 7.000 millones en Estados Unidos, cuando la gravedad del impacto fue mucho más poderosa en Haití».

Si en cambio se toman en cuenta las «pérdidas de bienestar» el informe muestra que en ese tipo de desastres «los más pobres están mucho más afectados».

«El 20% de los más pobres sufren solamente el 11% de las pérdidas materiales pero el 47% de las pérdidas de bienestar».

«El ciclón Nargis, que golpeó a Birmania en 2008, obligó a la mitad de los agricultores pobres afectados a vender sus bienes -incluidas sus tierras- para reembolsar las deudas contraídas» destaca el BM.

Más allá de la reevaluación de las pérdidas, este nuevo enfoque de los desastres naturales quiere modificar también la concepción de los proyectos de ayuda del BM, señalan los autores del informe.

«Si seleccionamos proyectos a partir de pérdidas materiales, favorecemos a las zonas ricas y a las poblaciones con recursos» advierte Stéphane Hallegatte.

Sin embargo hay países «como Filipinas o Vietnam que desean un mejor equilibrio entre la eficacia del gasto público (para la gestión de los riesgos naturales) y la ayuda a los más desfavorecidos) para enfrentarse a ello, explica el economista.

Más allá de las medidas clásicas (normas de construcción más robustas, refuerzo de edificios públicos, presas, planes urbanísticos, etc.) hay otras herramientas para favorecer con más precisión a las poblaciones pobres.

El acceso inmediato a recursos financieros para superar una crisis es un factor clave, pero la ayuda paradójicamente no llega a los más desfavorecidos, que no tienen cuenta bancaria, ni protección social ni mucho menos un seguro.

Pakistán decidió en 2010, tras un devastador sismo, otorgar ayuda a millones de personas mediante tarjetas de crédito prepagadas, que permitían sacar dinero de un cajero automático.

Kenia también aplicó en 2015 un sistema innovador de ayuda a los campesinos durante una grave sequía, a través de sus teléfonos celulares. Ese sistema permitió entregar ayuda directamente a 100.000 personas.