Seúl, Corea del Sur. Desde sus modestos inicios hace 79 años, el gigante surcoreano Samsung ha tenido una agitada existencia. El padre fundador del conglomerado, su hijo y su nieto tuvieron todos enredos con la justicia.
Samsung, que significa «tres estrellas» en coreano, es actualmente un imperio tentacular que pesa un 20% del Producto Interior Bruto (PIB). Domina la vida económica hasta tal punto que los surcoreanos hablan en broma de la «República de Samsung».
Lo que no impidió que tres generaciones de dirigentes hayan sido acusados de diversas malversaciones, como la evasión fiscal y la corrupción.
El último escándalo hasta la fecha, ha sido la detención provisional del heredero del imperio, Lee Jae-yong, de 48 años, en el marco de un gigantesco escándalo de corrupción y tráfico de influencias que provocó la destitución de la presidenta Park Geun-hye.
El vicepresidente de Samsung Electronics, primer fabricante mundial de smartphones y buque insignia del grupo, Lee está acusado de haber pagado casi 40 millones de dólares en sobornos a la confidente en la sombra de Park, a cambio de servicios prestados.
Su padre y su abuelo fueron acusados, por su parte, de corrupción y de evasión fiscal. Pero nunca han estado entre rejas, dando la impresión que la familia Lee está por encima de la ley.
Fue en 1938 cuando Lee Byng-chull, hijo de un gran terrateniente del condado de Uiryeong, en el sureste del país, abrió un modesto ultramarinos en Daegu, la ciudad más cercana.
Con los negocios en auge, el patriarca se instala en Seúl, y después de la segunda guerra de Corea (1950-1953), Samsung se diversifica: fertilizantes, textiles, distribución, aseguradoras y en los años 60, electrónica.
Contrabando
Lee Byung-chull se vio rápidamente envuelto en los escándalos. En 1966, el departamento de fertilizantes de Samsung fue descubierto dejando entrar en contrabando en Corea del Sur edulcorantes artificiales procedentes de Japón. El patriarca fue acusado de querer revenderlos con beneficios, al margen de los impuestos aduaneros, al mismo tiempo que compraba a responsables políticos.
Evitó la cárcel a cambio de la nacionalización del departamento de fertilizantes, pero su segundo hijo tuvo que pasar seis meses entre rejas.
Con el primogénito caído en desgracia, es su tercer hijo, Lee Kum-hee, quien hereda el imperio. Aunque también tuvo problemas con los tribunales.
En 1996, Lee Kun-hee fue reconocido culpable, al igual que varios otros capitanes de la industria, de haber sobornado al presidente Roh Tae-woo. Fue condenado a prisión condicional antes de ser indultado.
A mediados del año 2005, declaró ante la fiscalía por las grabaciones de audios filtradas a la prensa, en los que se podía escuchar a altos cargos de la empresa discutir sobre técnicas de corrupción de políticos y magistrados.
Samsung tuvo que pedir disculpas públicamente antes de donar 800 mil millones de wons (660 millones de euros) a obras benéficas.
En 2007, Kun-hee fue condenado por evasión fiscal y por eludir su deberes, después de las revelaciones de un ex abogado de Samsung sobre una caja negra secreta que contenía millones de dólares.
A finales del año 2000, su hijo Jae-yong declaró por acusaciones sobre una filial del grupo que había emitido acciones a precio regalado para permitirle tomar el control. Pero las cosas no fueron más lejos.
Su padre fue inculpado de evasión fiscal, entre otros cargos. En 2008, Kun-hee dimitió de la dirección del «chaebol», como se conocen los conglomerados en Corea del Sur, prometiendo reformas y transparencia. Fue condenado a prisión antes de ser indultado, de nuevo.