Por REYNALDO HERNANDEZ ROSA
Con la instalación de funerarias en los diferentes municipios construidas por los ayuntamientos, han desaparecidos los ¨¨asaltantes a velorios¨¨, los cuales desangraban a los deudos con sus comitivas hambrientas que tomaban las viviendas donde fallecia uno de sus miembros.
Las funerarias municipales han salvado a los mas pobres de incurrir en gastos enormes, ajenos a sus bolsillos, dado que , con la muerte de un familiar de manera sorpresiva les lleva a la búsqueda urgente de un presupuesto extra para adelgazar a los ¨¨jartones¨¨ que acuden a los velorios sólo a engullir las comidas que allí se sirven.
Es tradición en los campos del país velar a los difuntos en las viviendas, hoy desapareciendo, donde para tal evento se sacrifican cerdos, vacas y comida abundante, en los hogares de mayor poder adquisitivo, empero, en las casas de escasos recursos, la carne de pollo, regularmente a crédito, es la base de los almuerzos que se sirven, los cuales son invadidos por hordas de ¨¨asaltantes de velorios¨¨ o comensales con hambruna africana.
Se conoce la práctica en que incurren decenas de motoconchistas, pitrincheros, vagos, así como grupos organizados para invadir los velatorios, cuyo fin es demostrar la capacidad estomacal con varios platos de los servidos en las honras fúnebres.
La modalidad no varía entre los asaltantes de velorios. Llegan en manadas, todos como si conocieran al difunto, se acercan a los deudos dando su correspondiente pésame, para luego pasar a dar rienda sueltas al caudal de anécdotas y cuentos en la espera del almuerzo.
Incluso, se inventan hazañas que vivieron con el fallecido, donde primero indagan el estilo de vida que llevaba, para asi ser coprotagonista de las correrías con éste. Si el difunto vivió en los Estados Unidos, llegan al extremo de relatar hechos que supuestamente hicieron juntos, pese a que nunca han salido de la provincia Duarte.
Pese a que son los más notorios en los velorios, ya que se ubican lo mas cercano posible a la cocina, sus historias y chistes obligan a los demás visitantes a tomar parte de los circunspectos análisis que estos inician.
Empero, tan pronto hacen la ingesta correspondiente, llevándose una muestra, como por arte de magia se marchan porque van lejos, sin antes recordarle a los deudos lo mucho que adoraban al fallecido, expresando que estarían presente en la vela, ya que el difunto cumplía con todos ellos en iguales circunstancia.
Las funerarias municipales, sin dudas, han cumplido un doble rol dentro de la familia en las distintas comunidades: tener un espacio donde valar a sus muertos, el otro, alejar para siempre a la caterva de comensales que aprovechan el dolor ajeno para adelgazar la vaciedad de sus vientres.