Por Satosky Terrero de El Caribe
Hace ya tanto tiempo que ningún miembro del actual equipo de las Estrellas Orientales había nacido cuando esa franquicia logró su último campeonato en la pelota invernal (1967-1968). Eso es mucho decir.
Nueve infructuosos intentos por repetir la hazaña no han hecho más que ahondar, a lo largo de estos 42 años, la pena y la desdicha de una sufrida fanaticada que siempre se recuesta con la esperanza erguida del enero que nunca llega.
Las cosas esta vez tienen un matiz algo distinto: las Estrellas han conformado una escuadra balanceada que nunca se atascó en su afán de terminar a la punta de la tabla de posiciones.
Pero 42 años no se borran de la noche a la mañana, por más atractivos que luzca el equipo de hoy. Sus fanáticos lo saben.
Es toda una vida, tanto como que desde entonces hemos tenido seis presidentes, cinco de los cuales ya han fallecido.
Nadie tiene dudas de que esos mandatarios han tenido que ver, uno más que otro, en el crecimiento abismal de nuestra deuda externa que para 1969, un año después del campeonato de las Estrellas, era de 232 millones de dólares.
Tanto ha llovido desde entonces que hasta el pasado 30 de septiembre, según el Banco Central, nuestro adeudamiento con el exterior era de poco más de 9,066 millones de dólares.
“Ser de las Estrellas no fue mi decisión, fue una herencia. Nunca cambiaré a mi equipo”, dijo a El Caribe Juan Sarmiento. “Si no gano en mi vida, moriré orgullos de no cambiarme a otro equipo y de ser fiel a la herencia que me dio mi viejo”, agregó.
No solo la deuda ha crecido. Para el año de la fiesta en San Pedro éramos poco menos de cuatro millones y medio de dominicanos, hoy República Dominicana goza de una población de casi 10 millones de habitantes.