Cualquiera de nosotros piensa que hacer grandes viajes exige usar el mes de vacaciones o pedir un año sabático. En general, así es, aunque existe al menos una excepción que demuestra lo contrario. Curiosamente, está en nuestro país.
Se trata del notario Miquel Silvestre, de 42 años de edad. ¿Su hazaña? Haber pateado medio mundo sin pedirse un solo día libre. Su truco consiste en exprimir al máximo cada fin de semana. Durante la semana prepara los detalles, el viernes ya pone rumbo a su destino y el lunes regresa a su oficina.
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En moto con mamá
Este barcelonés demuestra ser de lo más organizado. Alternando vuelos de bajo coste y su propia moto, se ha recorrido el viejo continente de punta a cabo. Un fin de semana basta para pisar Zurich, Montpellier, Grenoble y el Parque Natural Vercos.
En pocos meses, antes de que se diera cuenta ya había pisado Dresde, Berlín y Hannover, París, Munich, Mónaco, Venecia, Dubrovnik, Albania y Palermo, entre muchas otras zonas emblemáticas. ¿Una anécdota entrañable? En algunas etapas le ha acompañado su madre, también partidaria de este tipo de aventuras.
Militar con vicios
En la web de Silvestre podemos ampliar datos sobre el personaje. Allí comprobamos que ha escrito un libro sobre sus viajes por África, titulado «Un millón de piedras».
También se incluye esta curiosa descripción: «Le sale bastante bien el trueque tramposo. Escritor visceral, a los veintidós años salió del glorioso ejército español con mucha rabia, algunos vicios y un acendrado sentimiento existencialista». Parece que se vea a sí mismo como el surfero galáctico Estela Plateada o el mítico Llanero Solitario.
¿Vuelta al mundo?
Poco a poco, Silvestre se ha hecho famoso, en parte gracias a que una compañía de bajo coste le incluyó en una de sus acciones publicitarias. Como era de esperar, han surgido imitadores. Después de este repaso a Europa sin perder días de vacaciones, el siguiente reto para trotamundos intrépidos parece evidente: la vuelta al mundo en ochenta fines de semana. El sueño de Julio Verne muta, pero no muere.
Quizá el único problema sea la llamada «huella ecológica». Si todos actuáramos como Silvestre y sus acólitos, el nivel de contaminación se dispararía, acabando con el planeta mucho antes de lo que se espera (que ya es bastante pronto.
Fuente:Yahoo.es