Ayer conversaba con alguien sobre una situación muy embarazosa, donde estaban involucrados muchos sentimientos y un total apoyo en la propia prudencia.
Muchos hemos tenido la suerte de ser instruidos con valores y moralidad desde muy pequeños, otros por lo menos saben a qué se refieren estas cosas, aunque no haya sido su estilo de vida. Lo importante es que la mayoría de los seres humanos podemos distinguir entre lo bueno y lo malo, lo que agrada a Dios y lo que no, lo que es de bendición para nuestra vida y lo que no es, sin embargo nos estacionamos en una estado de pecado, sabemos que lo que hacemos es incorrecto, pero permanecemos tanto en esa posición que lo que no está bien se convierte en algo normal, y empezamos a justificar con nuestra propia prudencia lo que estamos consiente está mal.
La verdad es que hacer las cosas bien tiene su merito, fiarnos de los preceptos de nuestro Dios nos produce una paz inmensa, una paz que sobrepasa todo entendimiento. No hablo de un estado de perfección, sino de estado de bendición.