El pintoresco serpentinero, que se echó a Nueva York en el bolsillo con sus fluidos movimientos y sus envíos enmarañados a finales de los 90 decidió poner fin a una carrera que comenzó en 1986 con los Industriales de la capital cubana.
El Duque, que tomó el sobrenombre de su padre, también lanzador en las décadas de los 60 y 70, ascendió rápido en el béisbol de la isla, pero tras diez campañas exitosas, fue suspendido de por vida, luego de que las autoridades político-deportivas lo acusaran de intentar desertar hacia las Grandes Ligas.
Un año antes, en 1995, su medio hermano Liván, actual serpentinero de los Nacionales de Washington, había abnadonado la selección nacional en un entrenamiento en México y los jerarcas del béisbol cubano no se lo perdonaron, ensañándose en El Duque.
La Nochebuena de 1997, apenas dos meses después de que Liván fuera proclamado el Jugador Más Valioso de la Serie Mundial con los Marlins de la Florida, El Duque se hizo a la mar en una precaria embarcación, rumbo a la libertad.
El 3 de junio de 1998 hizo su debut con los Yankees y fue figura fundamental en las conquistas de las Series Mundiales de ese año y los dos siguientes.
El cubano es el único latino en ganar anillos de campeón en sus tres primeros años en las Mayores, privilegio reservado a muy pocos jugadores, entre ellos los legendarios Joe DiMaggio y Mickey Mantle.
En el 2005 ganó su cuarto anillo con los Medias Blancas de Chicago, donde aún se recuerda su memorable relevo ante Boston en el playoff divisional, cuando entró a lanzar con bases llenas sin outs y cortó de golpe la rebelión de los Medias Rojas.
El Duque se marcha con balance de 90 victorias y 65 derrotas, pero sobre todo, con la reputación reservada a muy pocos, de ser grande en la postemporada, donde los hombres se separan de los niños.
Fuente:Espn