Le delatan su hilera de tiendas por departamentos, los buhoneros de sudor en frente ganando el pan de un dìa menos de incertidumbre -hoy como ayer y a pesar de no ser filete habrá algo a comer en la mesa- inconfundible se nos hace ante las innumerables rutas de conchos y guaguas transitando sobre su inerte asfalto y, desde luego no se nos puede quedar el predicador de turno, aquel vicho censurador en público de lo por él perpetrado en privado.
Es la Duarte, a todo lo largo y ancho, avenida o calle, da igual pues las vías públicas no sufren de trastorno de identidad, la Duarte, hace esquina con paris sin necesidad del canal de la mancha, cruza Mèxico sin elevado ni túneles y así sigue hasta perpetrar su periplo 500 años atrás en unas ruinas aun nombradas como nuevas, la Duarte con sus ofertas especiales, descoloridos escaparates y su catalogo de mendigos. Ha reflexionado alguna vez uno de nuestros insignes pensadores la razón por la cual dicha vía pública, esa llamada como el padre de la patria es a su vez en sus noches la más decadente de todas ¿? Un lúgubre manto le envuelve al enterrar el sol su lustrosa sonrisa y, conforme las agujas del reloj se adentran en las entrañas de la oscuridad mas mohíno es su look. Prostitutas y trasvestis, asaltantes y hasta zombies divagan por una calle donde quien le frecuenta a esas horas vive una dantesca experiencia, pues transitar la duarte más allá de las 8 es toda una comedia para nada divina, Dante era escritor, no urbanista.
Esa calle o está mal llamada Duarte, o todos aquellos decadentes seres ya citados están mal ubicados, es a caso esta la calle a merecer para el padre de la patria ¿? O es ella más bien testimonio de cuanto apreciamos el sacrificio en aras de una identidad nacional ¿? Esa decadencia descansa bajo la alfombra provista por el manto del dìa no obstante emerge en las noches para recordarnos el dilema en cuestión, este país tiene un fucù y un ingenuo carajo tecleando en su mini, sospecha convencido en la desaparición del mismo el día a ver una calle llamada Duarte a la altura de tan ilustre nominaciòn, mientras tanto de la grandeza de actual calle duarte tan solo nos queda el nombre.
Por Aneudys Santos
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