Solo la memoria mantiene en vida lo muerto…. Bueno a decir verdad el nivel de injerencia en nuestras vidas de la archifamosa Facebook está socavando la veracidad de tan cierto como sublime epígrafe. La red de las 700 millones de caras alrededor de todo el mundo se ha convertido en un gran obituario virtual para quienes una vez pasan al más allá no pueden inhabilitar su cuenta, es como si al abrir por vez primera nuestro perfil en Facebook, estuviésemos perpetuándonos en el internet pues si bien abrimos la puerta, Mark Zuckerberg se queda con la llave, es decir la clave o código secreto para acceder a nuestras cuentas.
Arturo Rodríguez Fernández, nuestro célebre crítico de cine sigue vivo en Facebook, no hay forma de cerrar su cuenta y, como él, han de ser millones los fallecidos en la misma engorrosa situación. La gente entra a sus perfiles y deja comentarios mientras uno imagina a un familiar cercano impotente sabiendo que desde el más allá no hay conexión, al menos no de internet. Se animará algún día el equipo de Facebook a clausurar esos espacios de usuarios ya fenecidos ¿? O seguirán ahí a modo de virtual esquela recordatorio ¿?
Como consecuencia de lo primero, vemos invitaciones o sugerencias de amistad y al ver al contacto en cuestión nos topamos con alguien fallecido recientemente. Nadie ha sopesado aun las valoraciones éticas y sociales de esta realidad, en lo particular propongo la clausura de dichas cuentas por respeto a la dignidad de quien en vida fue esa persona, así como por decoro hacia sus familiares. Mi postura podría levantar opiniones opuestas, lo sé pero mientras esto ocurre ahí tenemos a Arturo desde su espacio en Facebook, aun puedo ir en busca de sus posts y leerlos y por un momento creerle en vida.