Comentaba ayer por Twitter que no podemos pasar por la vida como si fuéramos una piedra que nada siente ni padece. Con el pasar de los días estamos perdiendo la sensibilidad, la hospitalidad, la compasión y el deseo de ayudar a nuestros semejantes.
Salir a una calle de Santo Domingo es vivir la realidad de pobreza que nos arropa, gracias a Dios muchos de nosotros tiene una vida de en sueño comparado con una gran parte de la población. Es triste ver una persona pasando hambre, pero más triste es ignorarla y seguir nuestro camino pensando en las soluciones que pudiera dar el Estado, pensar en que otros pueden dar, o en que quizás ese se aprovecha de su condición para subsistir de ella.
Hermano dominicano, quien sea que lea este escrito, procure que sus manos lleven felicidad a otras personas, olvidemos por un momento lo que pudieran hacer otras personas y brindemos lo mejor de nosotros al mundo.
Nadie es tan pobre que ni un saludo, ni una sonrisa pueda ofrecer, seamos compasivos con nuestros semejantes, ablandemos el corazón, se que a muchos nos han engañado, pero por eso no dejemos de servir.