En el contexto político, la corrupción es el abuso autoritario del poder. Esto se expresa en la frase que dice que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. En los momentos actuales en nuestro país predomina uno de los tipos de abuso de poder, que es el que consiste en el enriquecimiento ilegal o ilegítimo de los políticos, o en general, de las autoridades, favoritismo a las causas u organizaciones a las que están integrados, gracias a los cargos que desempeñan o a sus conexiones con quienes los tienen.
La relación entre corrupción y política es mucho más profunda de lo que quisiéramos y creo que los políticos estarían dispuestos a admitir. No hay que perder de vista que la corrupción no sólo es una acción más o menos consagrada como delictiva, sino también un importante medio de influencia política. Que toca y trastoca las ideas y principios por los cuales lucha un partido político, el cual supuestamente está luchando por el bien común de la nación. Pero al existir la corrupción política, la deformidad de estos ideales es sufrida directamente por los ciudadanos. El abuso del poder afecta a quienes pagan impuestos y niegan a los más necesitados los servicios públicos básicos, creando un grado de desesperación que genera conflicto y violencia.
La corrupción política perjudica la esperanza de prosperidad y estabilidad en los países en vías de desarrollo y hace daño a la economía mundial. Se puede decir que la democracia se debilita y los ciudadanos pierden la confianza en los políticos, por lo que el uso de los servicios públicos se dificulte y orillando las personas a cometer actos ilícitos. Es por ello que cualquier tipo de corrupción afecta a todos los sectores del país. Los políticos saqueadores y las multinacionales que sobornan perjudican el desarrollo. Todo esto le resta credibilidad al país y, por consiguiente, reduce la inversión extranjera. La corrupción política perjudica la esperanza de prosperidad y estabilidad en los países en vías de desarrollo y a la República Dominicana le falta mucho para ser un país desarrollado, y esta plaga nos retrasa todavía más.
El daño social que causa la corrupción es sumamente preocupante, ya que el vivir en un país corrupto desmoraliza a los ciudadanos, es decir, nos hace sentir que no vale la pena ser honestos, que tampoco vale la pena acatar las leyes porque de todos modos nadie lo hace, ni siquiera el propio gobierno. Vivimos en la desconfianza e insatisfechos con nuestros propios gobernantes, no creemos en nuestro sistema judicial, legislativo ni administrativo, dudando de su eficiencia y de sus intenciones. La sociedad se encuentra envuelta en un círculo vicioso, tú corrompes porque el gobierno te corrompe.
La corrupción sólo beneficia a unos cuantos a costa de la mayoría, porque se da una injusta distribución del ingreso y esto se traduce en más pobreza. El costo social de la corrupción sino es el más grave, es por el que se debe poner medidas de regularización para tratar de erradicar este gran problema que nos aqueja. Los dirigentes políticos, los funcionarios públicos, la sociedad civil, los medios de información, el mundo académico, el sector privado y las organizaciones internacionales también deben dar pruebas de valor y perseverancia.
Suena trillado pero es una realidad, el ejemplo arrastra y es por eso que funcionarios y personajes públicos tienen la responsabilidad de educar al pueblo dominicano a través de su actuar. Las palabras se las lleva el viento, mientras que los actos dejan huellas y son ejemplos para seguir y luchar por un cambio. Si estas personalidades se burlan de la ley nacional en su actuar, que se espera del ciudadano común, poco, muy poco o nada.
Para erradicar la corrupción en Republica Dominicana es importante hacerle frente de manera insistente, debido a que es un proceso largo que tiene que ver con la cultura y su educación en general. Por lo tanto, el ejercicio de autocrítica juega un papel importante en esta lucha. Existen diversos factores que van de la mano con la corrupción, además de la falta de educación ya que en éste ejercicio delictivo el 50% de la población es pobre, o sea, son pobres al iniciar una función pública. Pero podemos considerar que la corrupción es sólo una señal manifiesta de los defectos o desajustes de la organización social en sí; producto de un desacuerdo en general entre las necesidades del orden social y el marco jurídico con el que se pretende regularlo. Es además un resultado de los procesos de modernización, de las desigualdades económicas, de la pobreza y de las formas de dominación política.
El gran problema de éste acto es la pérdida de valores en la sociedad. Es necesario que las familias y las autoridades pongan énfasis en este punto dando a sus hijos y a la población el ejemplo a seguir. Más que una causa, la corrupción puede ser considerada también como síntoma de una enfermedad mucho mayor como es la falta de ética; porque nuestra conciencia da la pauta a nuestro actuar, y ésta se basa en nuestra propia moral y ética. Parece ser que en nuestra sociedad los actos corruptos son normales y hasta dan razones para crear grandes comentarios periodísticos, lo que ya no alarma a los ciudadanos. Debemos trabajar en el sistema de valores para que se mantenga un interés de cooperación que permita crear conciencia de las consecuencias que trae consigo la corrupción y, sobre todo, de los verdaderos beneficios que se tienen al disminuirla. Así, en el Estado aparecerá una cultura democrática sólida.
Se deben hacer leyes que castiguen severamente a quienes realicen actos vergonzosos, así como aplicarlas de manera igual en aquellos que gozan de “privilegios.” Quitar el sistema clientelista de la política buscando un intercambio que beneficie a todas las partes que lo ejercen, que puede ir desde un trámite hasta un lugar en un cargo público. Además hay que combatir el corporativismo para evitar que se beneficien grupos sociales importantes a través del Estado, quitar camarillas para que las oportunidades de sus miembros no dependan de ellos mismos y evitar que personas no preparadas lleguen a cargos importantes por medio de la corrupción.
Estas propuestas hay que ponerlas en práctica, empezando en la familia para que las personas sean cada vez más conscientes y poco a poco vaya disminuyendo el problema. Es indispensable hacer hincapié en la importancia de actuar conforme a la ley, con campañas que den a conocer a la gente los beneficios que traería el vivir sin corrupción. Aquellos que ejercen el poder deben tener en cuenta que el exceso de trámites y las debilidades internas son el alimento principal de la corrupción, mientras que las personas que necesita el país como dirigentes tienen que ser capaces de predicar con el ejemplo, con la transparencia, la honestidad y el liderazgo.
El resto de la lucha depende de todos nosotros como conciudadanos de un planeta más y más pequeño cada día, que tenemos la responsabilidad en nuestra vida cotidiana, profesional y personal de fortalecer la probidad y ejercer nuestras responsabilidades como participantes de una sociedad que nos dicen que es democrática. Trabajar como grupo, ya que la búsqueda del beneficio individual trae éxito a algunos y fracasos a muchos otros. Si en verdad que se busca un crecimiento como nación, se debe tomar conciencia de la trascendencia del actuar de cada individuo. Se puede ver que los beneficios de vivir sin corrupción son muchos y lo más importante, son prometedores y convenientes para el país. Un punto importante es que si se invierte en la educación el dinero que se destina a la corrupción, se tendría una sociedad más ordenada y responsable, lo cual facilitaría la comunicación, disminuiría el índice de violencia y se proporcionaría una gran ayuda a la lucha contra la pobreza.
Soy una aficionada de la historia porque a través de ella puedo estructurar el presente y con este, edificar el futuro. Desde este punto, de vista a nuestra clase política dominante me atrevo a darle un humilde consejo, porque veo que la concentración del poder es tan grande que lo está llevando a la obnubilación, política y pragmática. Ese consejo consiste a que se detengan a ver que un pueblo sin educación, hambriento, sin conciencia de su clase y lo que es peor sin líderes, es un volcán dormido. Por tanto, den algo para que ese volcán nunca despierte y vaya a buscarlo todo, inclusive la cabeza de aquellos que con sus actos nos sembraron la miseria, y así se convierta en un monstruo sin cabeza.
Por la doctora Dalin olivo Plasencio
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