Chile y Uruguay son los líderes en transparencia de América Latina, mientras que Venezuela y Paraguay son percibidos como los más corruptos, según un informe publicado ayer por la organización alemana Transparencia Internacional (TI). República Dominicana quedó de los últimos lugares.

Los latinoamericanos se están librando de la percepción de estar culturalmente condenados a vivir en países corruptos y tratan de afianzar sus instituciones en marcos a menudo violentos, dijo el Director para las Américas de Transparencia Internacional (TI), Alejandro Salas.



En la escala de percepción de la corrupción de 182 países del informe presentado el jueves por TI, los latinoamericanos mejor situados siguen siendo Chile (posición 22 y puntaje 7,2 sobre 10) y Uruguay (25º y puntaje 7), que ahora deben tener como meta «aparecer más arriba».

«Yo creo que Chile está haciendo eso. Uruguay me parece que también va por ese camino y otra señal muy importante que (ellos) mandan (…) es hacer ver que hay países de nuestra cultura común que neutralizan» la percepción de que «la corrupción es una cuestión cultural», dijo Salas en declaraciones por teléfono a la AFP.



En la parte de abajo de la lista se sitúan Venezuela (172º), Paraguay (154º), Nicaragua (134º), Honduras y República Dominicana (ambas en posición 129).

Se trata de países con una «institucionalidad débil», aunque en dos de ellos -Venezuela y Nicaragua- haya gobiernos fuertes, apuntó Salas.

«Un Ejecutivo central muy fuerte limita de manera importante la autonomía de las otras instituciones», como ocurre «cuando se tiene un Poder Judicial que responde de manera fuerte a la autoridad central» o «autoridades electorales condicionadas por autoridades políticas», todo lo cual es «desde luego un campo muy fértil» para la corrupción, expuso.

Una «excepción» a esa regla parece ser Cuba, que en un año ascendió del puesto 69 al 61, admitió el responsable de TI, una Organización No Gubernamental (ONG) con sede en Berlín.

Eso se debería a varios factores, a comenzar por el hecho de que la isla comunista «no tiene instituciones democráticas, pero sí una institucionalidad fuerte», con «una jerarquía que controla y domina esas instituciones».

Además, el presidente Raúl Castro, que en 2006 tomó las riendas del país a causa de la enfermedad de su hermano Fidel, «ha ido abriendo algunos pequeños espacios de mercado, de competencia, que probablemente le estén mandando señales positivas», dado que TI realiza sus encuestas en base a opiniones de analistas, de expertos-país y de inversionistas.

En los mayores países del continente, como Brasil (73º en la lista) o México (número 100), coexisten «varios mundos, con sectores muy abiertos que se insertan en el sistema global y juegan con las reglas establecidas» y otros, en ámbitos regionales, anclados en prácticas y estructuras de poder «de hace cien años» como compra de votos, nepotismo y caciquismo.

Salas constata «una voluntad política de alto nivel» para «dejar de esconder los problemas debajo de la alfombra» en Brasil, donde la presidenta Dilma Rousseff se desprendió en pocos meses de cinco ministros y tiene a otro en la cuerda floja por denuncias de corrupción.

«Es una muy buena muestra, muy positiva» pues «hay un castigo administrativo, pero hay que ver a largo plazo si va a haber un castigo o si va a haber impunidad. Si la justicia va a estar a la altura de las circunstancias y va a investigar» para que los sospechosos tengan un proceso justo, subraya.

En México, donde el PRI, que gobernó de manera hegemónica durante siete décadas podría volver al poder en 2012, Salas apunta que los mandatarios del PAN (derecha) han emprendido reformas estructurales (en sectores como el acceso a la información o el control de las compras gubernamentales), pero que se frustraron las expectativas de que haya «castigo para los corruptos».

«Es difícil predecir» lo que ocurriría si gana el PRI, pero «volver a las viejas prácticas no se va a poder», estima.

«La ciudadanía ha hecho importantes avances, demanda cosas diferentes, y entonces aunque llegue el viejo PRI es casi imposible que lo que se ha avanzado se revierta», sostiene.

«En cambio, me preocupa un poco que para muchos mexicanos existe la idea de que cuando el PRI estaba en el poder, el tema del narcotráfico y la inseguridad estaba controlado» y que ahora esperan que la ola de violencia que socava al país se resuelva con un retorno de ese partido al poder», comenta Salas.