DAVENPORT. Las lágrimas corrían sin disimulo por el rostro de Steven Farquhar mientras abrazaba a sus pequeños hijos en una ceremonia de bienvenida en Davenport, Iowa, en el norte de Estados Unidos, después de su cuarta y última misión en Irak.

Farquhar, de 28 años, fue uno de los últimos efectivos de Estados Unidos en abandonar Irak después de una guerra de casi una década que mató a más de 4.400 soldados y funcionarios del Pentágono de ese país e hirió a otros 32.000.



«Estoy muy contento de ver los cambios y el crecimiento que hubo allí (en Irak) entre mi última misión y esta», dijo Farquhar mientras sus hijos se aferraban a sus piernas en medio de la multitud de radiantes familias reunidas en un hangar de la Guardia Nacional de Iowa.

«Me hace tan feliz ver que están todos de pie y que pudimos traerlos a todos a casa», dijo a la AFP.



A diferencia de la guerra en Vietnam, librada en gran parte por reclutas, un número relativamente pequeño de soldados profesionales y voluntarios de la Guardia Nacional soportaron el peso de dejar a sus familias durante varias misiones de 12 y 18 meses en Irak y Afganistán.

Aunque la retirada formal de las fuerzas de Estados Unidos en Irak el 31 de diciembre sin duda aliviará la presión sobre las familias de militares, las operaciones en Afganistán muestran que el despliegue de efectivos en zonas de combate está lejos de terminar.

Según los soldados y sus familias, este es un gran factor de estrés y un sacrificio que las personas ajenas a la vida militar simplemente no pueden entender.

— «Es difícil explicar que papá está trabajando» —

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«Mucha gente dice ‘Ah, bueno, tú te metiste en esto’. Sí, pero sin duda no sabía por lo que iba a tener que pasar», dice Dawn Gaule, de 23 años, mientras sostiene en su regazo a sus hijas en espera de que su novio desfile en el hangar.

«Es difícil, y más con ellas preguntándome dónde está su papá; es difícil explicar que papá está trabajando».

Volver a la vida civil tampoco es fácil, especialmente con tantos soldados regresando a casa en un momento económico malo.

«Y va a ser mucho más difícil», advirtió el capitán Darrell Melrose, coordinador del programa de empleo de la Guardia Nacional de Illinois (norte).

Pero a diferencia de los combatientes que regresaban de Vietnam o de la breve Guerra del Golfo (1990-91), ahora hay muchos programas de reinserción.

Los chats con video y el correo electrónico redujeron la distancia de los militares con su familia, y al regresar a casa hay grupos de apoyo para ambas partes.

Ayudan con todo: desde limpiar la nieve y hacer reparaciones domésticas hasta asesorar en trastornos de salud mental. Hacen excursiones para los niños y reuniones en que efectivos y familiares pueden hablar de sus temores.

Las tropas que regresan también pasan por una serie de programas de reinserción para ayudarles a lidiar con la transición psicológica a la vida civil y con problemas más concretos como la búsqueda de trabajo, las solicitudes de ingreso a la universidad y la gestión de sus finanzas.

«Estamos tratando de que no tengan miedo de pedir ayuda», dijo el capitán Jeremy Dugena, del programa de la Guardia Nacional de Illinois.

Los seminarios de apoyo buscan que los soldados y sus familias sepan identificar las señales de advertencia de que algo no anda bien cuando se acaba la ‘luna de miel’ de la vuelta a casa.

«Si uno sigue bebiendo todo el tiempo, es un problema», dice una mujer a un consejero de asuntos de veteranos.

Otra luz roja es clara para otra: «Cuando uno se vuelve realmente agresivo con los amigos o la familia», dice otra mujer.

—- «He estado trillando en busca de empleo» —

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A pesar de todos los programas y grupos de apoyo, hay soldados que no logran reinsertarse socialmente.

La tasa de desempleo entre los ex combatientes no activos que prestaron servicio en la última década fue de 11,1% en noviembre, en comparación con el 8,1% para las personas que nunca prestaron servicio.

Y a diferencia de la población civil, cuya tasa de desempleo bajó un punto con respecto al año anterior, la tasa de desempleo para los ex combatientes subió 1,1%.

Las leyes federales supuestamente deben asegurar que los efectivos puedan volver a sus puestos de trabajo, pero no todos califican o cumplen con el papeleo necesario. Otros se encuentran con que sus empleos, o incluso las empresas para las que trabajaron, desaparecieron con la recesión.

Robert White, de 52 años, era empleado temporal en una fábrica antes de su segunda misión al campo de batalla. Ahora está buscando trabajo como chofer de camión después de haber pasado un año transportando cargas desde Kuwait a Irak.

«Volví en septiembre y he estado pateando la calle en busca de empleo», dijo a la AFP. «Tengo un par de posibilidades, pero nada definido aún, así que estoy buscando todavía.»